Así
como en el post Caminata
Ecoturística a la Catarata
de Huacamaillo, en éste, también seré corto, sin embargo,
no tanto que digamos. Y otra cosa: aquí, sí habrá (hay) fotografías
de sobra en las dos partes que comprenderá esta visita turística,
además de un vídeo que edité y subí a YouTube. Las imágenes en
cuestión, las habrá tanto en baja (durante la narración) como en alta
resolución (al finalizar cada entrada y para descargarlas). En
este relato de aventura seré breve, no porque sencillamente lo quise,
sino porque ahora en verdad sí estoy apurado, pero —y lo
recalco—, en el transcurso de esta historia en la Amazonía verán
más fotografías que de costumbre en cada post de MeEscapeDeCasa.com... Y, antes de dar paso
a contar sobre mi visita a la caída de agua natural, les
adelanto que prolongaré la Parte II con algo de lo que vi
en una concurrida fiesta patronal del barrio Wayku o Huayco de Lamas (del
Oriente peruano).
El
29 de Agosto de 2009 (por fin una aventura de este año) me retiré de casa a las
11:02 a.m. al pueblo de Lamas con todo lo necesario, y con las ganas de
visitar una de las cascadas que se localizan a determinada distancia de la
población. Lamas es también conocida como
la “Ciudad
de los Tres Pisos” debido a los tres niveles de
tierra bien marcados que tiene: en el primero se encuentra la
población rural (los quechua-lamistas del barrio Wayku), en el segundo y
el tercero vive la gente más civilizada (o la que ha perdido sus
costumbres). Ese sábado no tenía en mente darme un paseo por los pisos
superiores, ya que los conocía mucho más que “el de abajo”. La cascada
de Chapawanki, al sitio que me dirigía, se halla a “espaldas del
segundo piso” y por una zona que más se desciende que asciende, llena de
fundos y granjas. Para inmortalizar los alrededores y a la propia
caída, ese día sí me esmeré en conseguir una cámara fotográfica (que
además filmaba) con dos pares de pilas recontra cargadas
y una tarjeta de memoria de 2 GB. Agradezco el auspicio del amigo de
mi viejo por el aparato que usé durante esas horas.
Para
llegar a Lamas debía de ir a tomar un automóvil en una terminal ubicada a
pocos minutos caminando de mi hogar. De allí, el vehículo recorrería 22
kilómetros más o menos. Si dudan cómo llegar al pueblo vecino
de Tarapoto,
no teman de preguntarme más a profundidad a través de la opción Contacto. Y
así, sin olvidarme de llevar harta agua esa vez, estuve rápidamente en
el paradero. No recuerdo cuánto estaba exactamente el pasaje,
pero creo que algo de 5 nuevos soles y cuyo pequeño monto se
tuvo que pagar antes de que el chofer arrancara el auto. Y luego de que todos
los pasajeros cumpliésemos en adelantar el servicio, el transportista hizo
lo suyo y, esquivando con destreza a muchos otros vehículos en la calle y la carretera,
aparte de realizar unas cuantas paradas instantáneas en el trayecto, llegó
a la “Ciudad de los Tres Pisos” en menos de 35 minutos, dejándonos a la
mayoría en la plaza céntrica. Hacía tanto calor como en
Tarapoto (en torno a 33 grados Celsius), pese a que el folklórico pueblo
se encuentra a más altitud y suele haber mayor humedad.
Empecé
a caminar, quemándome bajo los ardientes rayos del sol y preguntando de
vez en cuando a los moradores qué rumbo seguir, para llegar de la forma más
rápida y cómoda a mi destino turístico: la cascada de Chapawanki.
La penúltima vez que lo hice, fue al entrar a comprar más provisiones
en una bodega, a diez cuadras de la plaza aproximadamente. Ahí, un
anciano que apenas distinguía el valor del dinero, me recomendó que
mejor alquilara los servicios de un motocarrista que me
podría trasladar hasta la entrada de Chapawanki y esperar hasta una hora a que
estuviera de vuelta. No lo quise, pues una aventura implica sus
sacrificios, y simplificarla sentado y sombreado dentro de un motocarro,
tiende a quitarle algo de acercamiento con la naturaleza y
la percepción de los fenómenos del tiempo. De manera que,
viendo el abuelo que no deseaba ir sobre ruedas a pesar del calor
infernal, me indicó que me fuera a pie por detrás del estadio municipal,
el que ya lo había visto por Google Earth. Con más comida y
bebida en mi mochila, salí a las 12:06 h. del establecimiento
y apreté el paso por unas calles que descendí secándome el sudor en
cada esquina, y a veces tomando el líquido que acabé de comprar. ¡Qué
veloz se calentó el condenado! ¡Y qué rico lo estaba bebiendo frío!... La
última ocasión que pedí la guía de un poblador ha sido frente a las
puertas del estadio del pueblo. El hombre de mediana edad al que
pregunté, tuvo la gentileza de explicarme a detalle de cómo
efectuar mi caminata de ecoturismo; mejor dicho, qué caminos seguir.
Confiando
en las palabras del señor que encontré en el frontis del estadio, entré
por un sendero gredoso a la izquierda del mismo. En esos momentos se
desató una lluvia; empero, no como estarán pensando. La lluvia fue de
flashes, flashes de la cámara fotográfica que no dejaba de disparar por doquier.
También grabé algunos vídeos mientras bajaba una irregular y curveada
pendiente. A mitad del descenso, me tropecé con una piedra suelta y casi
estrello el trasto digital en el filo de una roca polvorienta. Desde
ese instante tuve más cuidado y avancé más lento, observando bien donde pisaba
y haciendo todo lo posible por mantener estable el enfoque de la cámara
al filmar y fotografiar.
Cuando
terminé de bajar, anduve por un suelo húmedo y suave que daba una curva
brusca a la izquierda, hasta desembocar en una carretera rural con la
tierra afirmada. Después de tomar unas cuantas fotos y un poco de agua que
traje de casa, proseguí la marcha canturreando la musiquilla principal de
Piratas del Caribe. Durante esta “visita” turística por la Selva Alta
del Perú, no paré de fotografiar y firmar, además de limpiarme el sudor, re-hidratarme
y comer los ricos bocadillos del interior de mi mochila… Y tras girar un
par de curvas desde que ingresé a la carretera, llegué a una división
de caminos con un letrero verde en medio que, con letras blancas, decía:
PAMASHTO (con una flecha a la izquierda) y AVIACIÓN (con una flecha a la
derecha). Y, así como me dijo el hombre lamisto y lo había leído en
el informativo blog de turismo “KmsyKms”, cogí
la ruta de la diestra, no sin antes fotografiarme en automático.
A
continuación, aceleré el paso y doblé curva tras curva, siempre con la
cámara en mano y sin dejarme de echar tragos de líquido o
devorar mis piqueos. Cuando el sol empañaba más, me
mojaba los cabellos con agua. Sumo que pasé alrededor de una docena
de curvas para arribar a la choza, en la cual controlaban la entrada de
turistas y visitantes a la fresca cascada de Chapawanki e inmediaciones. Me
disculpo con los lectores de este post por olvidarme del precio de
ingreso a la caída de agua, pero creo que es de 2 nuevos soles…
Luego de pagar, conversé unos momentos con la pareja de esposos
campesinos que vivían en el tambo-garita. Me contaron que la
mayoría de las personas, normalmente llegan para conocer la cascada a bordo de motocarros,
autos o camionetas. Y con un “hasta luego”, me adentré en la trocha
que me llevaría a mi objetivo, la tranquila Chapawanki. El sendero
es similar al que un primo, un amigo y yo recorrimos por la Cordillera
Escalera hacia la primera
cascada del río Shilcayo. Ese 29 de Agosto, sólo me topé con una bifurcación.
Supe por tres fuentes que debía tomar el de la derecha. Y, después
de subir unas gradas ecológicas en menos de lo que canta un gallo, llegué a la
cascada de Chapawanki a la 1 y 24 minutos de la tarde. Ni un alma más
andaba cerca. Sólo escuchaba el sonido de la naturaleza.
Descarguen fotos en alta resolución haciendo clic AQUÍ.
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