Nota: Todas las fotografías mostradas
durante los posts de la muñeca en cuestión se han obtenido a
través de mi prima, Ana L., que ella a su vez consiguió de la madre
de la niña dueña del misterioso juguete.
Por
primera vez en Me Escapé de
Casa, haré las veces de indagador de un hecho paranormal,
el mismo que ocurrió en mi ciudad natal, Tarapoto,
localizado en la región Selva de Perú. Y leyeron bien: paranormal.
Un fenómeno –o mejor dicho, dos fenómenos- que van en contra de las
leyes naturales han sucedido en el interior de un domicilio del barrio
Huayco de mi ciudad. Fechas en que se registraron: 15 y 16 de
Febrero del presente año. Cantidad de testigos presenciales: Más de
media docena... Bueno, para no enredarme ni enredarles, iré por partes, o
sea que les relataré los eventos en orden cronológico, y
después daré mis comentarios, opiniones, puntos de vista, análisis, o
como quieran llamarlo (en la Parte II):
Días
antes de la quincena de Febrero: Dayana,
una niña de 9 años, alarmaba constantemente a su madre,
Susan, sobre hechos que los adultos difícilmente llegan a creer. Cada vez
que la pequeña declaraba con total certeza que escuchaba hablar a su
muñeca (bautizada con el nombre de Paola), nadie le
tomaba en serio en casa. “Fantasías de muchachos”, decían siempre; todos, sin
excepción: tíos, abuelos, u otros familiares. Ninguno daba mucha
importancia a las palabras de la chiquilla.
El
marido de la señora Susan hace algunos años que se ha ausentado. “Mi papá
sufre mucho sin nosotras, mami”, fue una de las frases que Dayana
no se cansaba de repetir a su madre hasta hace poco. Según ella, no
decía eso porque se lo había ocurrido así por así. Reveló que lo
escuchó de “alguien”, alguien que no es humano, y ni siquiera un ser vivo. Lo
escuchó, estimados visitantes y lectores, de su propia muñeca, un juguete
de plástico con apariencia de bebé muy común en el mercado, sin nada de
especial… Hasta este punto, creo que un buen número de personas se
mostrará escéptico o me tacharán de sensacionalista. Sea como sea, están
libres de pensar lo que quieran. No busco que la gente me crea lo que seguiré
narrando en estas líneas. Mi deseo es informar y efectuar un análisis
acerca de lo que a varios les cuesta adoptar como real: la posesión espiritual.
El
hecho de que una niña de 9 años te diga que oye articular palabras de un
objeto, no es para zanjar el asunto diciendo algo como: “¡Ya basta de
chiquilladas y madura!”… Qué lástima que nadie hacía caso a Dayana,
hasta que la bisabuela fue testigo de un extraño movimiento. Y ahora dirán
ustedes: “Las viejitas alucinan cosas… a esa edad fallan los sentidos”. Pues,
ante esto, les digo que no podemos estar seguros de algo, la duda debe
permanecer. ¿Por qué dejar de creer lo que nuestros ojos no llegan
a ver? Sin embargo, tampoco debemos tomarlo por certero, para eso existe la
duda.
La
bisabuela de la niña,
de un momento a otro, vio a la muñeca que abría y cerraba la boca.
La anciana se los contó a todos en la casa, y lo que fue una simple
declaración de una mocosa, acabó siendo un tema de discusión entre los
miembros de la familia. Hasta que mi prima, Ana Luisa, fue a
visitar a la señora Susan, que fue su compañera de aulas en el colegio. De modo
que, por medio de ella pude enterarme de lo sucedido en esa vivienda.
Entre las 7:30 pm y 8:30 pm del 15 de Febrero: Dayana estaba
sola en su habitación jugando con Paola, la muñeca. De pronto
notó que algo no iba bien. Algo raro pasaba con su juguete. Muy
lentamente, del contorno del ojo izquierdo de la muñeca brotaba un líquido de
color rojo, manchando poco a poco algunas pestañas. Despavorida, la
niña soltó el juguete y salió disparada del cuarto en búsqueda de su madre.
Con total desesperación y al borde del desmayo, la pobre comunicó del
hecho, pronunciando a duras penas. Todos los que permanecían en esos
instantes en la humilde residencia oyeron los gritos entrecortados de la aterrada
muchacha, y se dirigieron a empellones a la habitación. Mientras
tanto, el estado psicológico y físico de Dayana iba de mal en peor.
Cuando
la señora Susan, los tíos y abuelos de la niña irrumpieron
en el sitio donde yacía Paola, uno de ellos la
recogió, la observó el rostro y casi se la desliza de las manos por el cuadro
terrorífico que tuvo frente a éste(a). Luego, se los mostró de
cerca a los presentes, y más de uno se llevó la mano a la boca. No
obstante, había otros que insistían que es imposible que el líquido que
salía del ojo de la muñeca fuera sangre. “Podría ser cualquier cosa… pintura,
tal vez”, decían mayormente los tíos de la niña. Hasta que “no sé
quién” de todos los allí presentes, se atrevió a olfatear la sustancia… Y,
la respuesta fue espeluznante: “Esto huele a sangre”. Tras estas
palabras, Dayana entró en estado de shock.
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