Sentí que la temperatura había disminuido un poco desde que no veía a mi hermano Juan Luis en las instalaciones del XV Festival de la Orquídea. Por lo que pude advertir a través de las ramas de los árboles de en medio, el cielo se fue cubriendo de nubes blanco-grisáceas y los rayos del sol iban bajando su fuerza incandescente. Si el cambio climatológico seguía a ese ritmo, pronto arreciaría la lluvia en las calles de la hospitalaria Moyobamba y en los cerros que rodeaban esta ciudad. Sin embargo, a esas horas, me tenía sin cuidado que un chaparrón estropeara mi chamba de fotógrafo, aunque uno no muy bueno… por ahora. Según mis cálculos, acabaría de recorrer todo el lugar en veinte minutos más o menos. Al fin y al cabo, en aquella edición de la festividad floral no había mucho que ver, a comparación de la del 2009. Al decir esto, ojalá que durante las presentes fechas el Festival de la Orquídea, en su dieciséis oportunidad, se esté desarrollando de una manera más llamativa y amplia, así como lo recuerdo hace un par de años en la Punta o Mirador de Tahuishco. Y de acuerdo a lo que me he informado, estos días se lo está celebrando en el Campo Ferial Ayaymaman, una zona espaciosa en la misma Moyobamba. ¡Qué esperas! ¡Aún tienes tiempo de asistir! Durante el día, como es costumbre, se da la exposición de flores, artesanías y fotos, los cursos, talleres y forums, las conferencias, y los concursos infantiles; y en las noches, las danzas y bailes son la principal atracción. ¡Qué pena que no iré! Ayer me perdí del rock amazónico y el desfile de trajes ornamentales.
En mi recorrido fotográfico por los jardines del Festival de la Orquídea 2010 no conversé mucho con los dueños o representantes de los viveros o criaderos de plantas. Más me dediqué a perpetuar en imágenes la flora expuesta. Una de las bromelias que siempre me ha causado curiosidad es la que ven a la cabeza de este post. Se trata de la Tillandsia biflora, conocida por los moyobambinos como “tuyo pecosito”. Seguí avanzando hasta llegar casi a la esquina del fondo del ambiente de exhibición. Allí había plantas que no eran ni orquídeas ni bromelias ni helechos… y ni tampoco heliconias. Tenían las flores pequeñas, con pétalos delgados y a veces cerrados. Sus hojas eran más bien gruesas. Estas plantas en sí, poseían reducidas dimensiones, por lo tanto, tenerlas en la oficina o la habitación sería un excelente decorativo que se acomodaría en cualquier parte. Supongo que varios habrán comprado uno de estos ejemplares, pues, más tarde, justo antes que me retiré de las instalaciones del evento, la gente se fue conglomerando cerca de ellos, al igual que a todas las plantas más coloridas. Por el acento de estas personas, supe que venían inclusive de la Costa y Sierra, predominando en número los de la segunda región del Perú… Para fotografiar y filmar en primer plano a las plantas de los últimos viveros u orquidiarios, tuve que esperar a que los concurrentes se quitaran de en medio; aunque, ya al final de mi visita durante aquel 1 de Noviembre, saqué fotos y escenas fílmicas en donde aparece el público del festival. Y así, la tercera y la cuarta imagen de esta entrada muestran no sólo a las plantas de la festividad, sino además a los visitantes que nunca escasean en este tipo de celebraciones amazónicas.
Al punto de querer despedirme del local, mi hermano vino al encuentro. En ese momento no le pregunté a dónde mier… se había ido. Sentía hambre y estaba listo para la caza de algún restaurante, de modo que fuimos directo a la entrada-salida. Pero antes de pisar la calle, disparé el flash a unos cuadros fotográficos de orquídeas. Apreciarán que son de una Cattleya maxima, y de una orquídea de los géneros Oncidium y Odontoglossum (de este segundo no estoy muy seguro). También obtuve unas imágenes de la foto de una Cattleya violacea y un Zygopetalum. Este último género de orquídeas es terrestre por naturaleza y crece en climas intermedios y fríos, en un sustrato de tierra con viruta; su flor dura unos vente días y tiene un delicioso olor… Después de hacer uso de la cámara, la guardé en su estuche y salimos del local. Andamos un rato por las veredas opuestas a la plaza, buscando comida barata. Los precios no nos convencieron, de forma que cogimos otras calles, que se fueron alejando del centro. De sopetón, comenzó a caer la lluvia, algo que nos obligó a ponernos al resguardo de unas cabinas de Internet, en la cual, de paso, pedimos un refrigerio y que nos pareció mejor que estar en un restaurante, porque aparte de comer, nos entretuvimos unos sesenta en el ciberespacio… Un par de horas más tarde, iríamos a visitar unos lugares que desde nuestra infancia no veíamos. Estoy refiriéndome a las Puntas o Miradores Turísticos de Moyobamba. Pero, eso se convertirá en otra historia para contar en Me Escapé de Casa, a menos de una semana.
Al día siguiente, 2 de Noviembre, más o menos entre las 8:00 y 9:30 de la mañana, estuve de vuelta en el XV Festival de la Orquídea; esa vez, sin compañía. Juan Luis había regresado a Tarapoto. Aquel sombrío martes solamente permanecí pocos minutos en el interior del local. Rápidamente me aburrí porque deseé conocer otro sitio, un lugar turístico, por preferencia natural. Si han leído los posts anteriores al festival floral, sabrán que el recreo turístico que visitaría dentro de unas horas sería Tioyacu, ubicado entre las ciudades de Rioja y Nuevo Cajamarca. Durante mi último día en la celebración, más filmé que fotografié. Las Cattleyas rex que observan al término de este relato fueron capturadas esa mañana. El vídeo editado, que une las escenas filmadas en el transcurso de los dos días, podrán verlo en el próximo artículo, que va a ser publicado antes que acabe este 31 de Octubre.
¡…Y que tengan un espantoso Halloween y un jaranero Día de la Canción Criolla!
FIN
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