21 enero 2015

Publicado enero 21, 2015 por con 0 comentarios

Caminata a dos Cascadas del Río Shilcayo, Vestido de la Novia y Tamushal (Cordillera Escalera, Perú) - Parte VI (Final)


Mis risas hicieron eco en los alrededores de la cascada Tamushal. Me disculpé de Meyer. Aceptó con desgana. Y para suavizar lo cómico de la historia que nos contó a Dante y a mí, traté de concentrarme en la relajante floresta amazónica que envolvía a la caída de agua del río Shilcayo. Dio resultado. Sin embargo, ya no hablamos mucho, hasta que Gina, desde el otro extremo de la poza, levantó la voz increpándome. “¡Eres más bullicioso como pavo en vísperas de Navidad!”, gritó. Luego, más silencio.
De golpe me vino una de las sensaciones que siempre me coge desprevenido: el deseo de estar solo. Solitario. Así que, me aparté de mis compañeros de caminata, hacia un espacio rocoso, sombreado de arbustos nudosos, como a treinta metros a la derecha de la poza aproximadamente. Nadie merodeaba o descansaba en las cercanías. Todos se reunían en la orilla izquierda del estanque de agua, en una zona en la que también no chocaban los rayos solares. Me quité el polo y me senté sobre una roca lisa. Boca arriba, tan horizontalmente como la llanura de la piedra lo permitía, mi espalda, del cuello a la cintura, sintió el adormecedor frío que caracteriza al suelo de la naturaleza. Me estremecí. Cerré los ojos y volví a abrirlos al segundo. Aspiré el purificador aire que ventilaba la Cordillera Escalera, como las anteriores veces, a grandes bocanadas. A través de la copa de los arbustos, donde pendían algunas bromelias, podía ver a los pájaros volar, pequeños en su mayoría; y traspasando mi campo visual, de cuando en vez, más arriba aprecié las etéreas nubes, flotando y cambiando de forma bajo la gran bóveda celeste, iluminadas por el astro rey. Por un cuarto de hora poco más o menos, me entretuve imaginando toda clase de figuras gaseosas: uno de mis juegos favoritos mientras me encuentro en paz conmigo mismo y alejado de la ciudad. Un juego que practico desde niño. Un juego fantástico. ¿Y por qué…? Imagínense que distingo desde elefantes hasta droides de Star Wars, o, desde sombreros hasta un partido de Quidditch (Deporte de Harry Potter), o, desde tazas de café hasta los Guerreros Z (Anime Dragon Ball).

De manera que, yacía en mi improvisado lecho, tan absorto en las formas que mi cerebro creaba en las nubes, cuando de pronto, una gruesa voz hizo que volviera a la realidad y recuperara la consciencia de dónde estaba. Era Abel haciéndose escuchar por el grupo entero: “¡Regresemos! ¡Alístense todos!”. Ya tenía su mochila al hombro cuando me reincorporé. Nadie se negó. Todos estuvimos de acuerdo, y, sin decir más que algunas palabras, nos preparamos y empezamos la caminata de retorno. Quizás corría la 1 o 2 de la tarde. El sol se tornó abrasador en los claros, pero no era nada de que afligirse, pues la humedad del ambiente ayudaba a oxigenar los poros y evitar que sudáramos mucho. La mayoría de los aventureros nos mostramos soñolientos a la hora de dar inicio la partida y despedirnos por completo de la acogedora cascada Tamushal. ¿La veríamos de nuevo? ¿Alguien de nosotros regresaría a este lugar? Yo, en mi caso, aquella tarde fue la última vez que la vería. Todavía me pregunto: “¿Cuándo la volveré a visitar?”. Espero hacerlo en compañía de mis familiares y/o amigos. Ojalá se repita una experiencia similar. Ojalá.

Dejé que más de la mitad del grupo se adelantaraDante fue el último de la fila, lo cual le permitió filmarnos mientras caminábamos, teniendo de primeros planos a nuestras espaldas por tres minutos o algo más. Podía darme cuenta de ello, ya que andaba cerca de él, unos pasos detrás de Abel, que también se había quedado al final de la cola de exploradores para asegurarse que nadie se rezagara ni olvidara alguna pertenencia en las rocosas orillas de la poza de la caída de aguaLas chicas encabezaban la fila. Abel no se contuvo por mucho estar distanciado de su enamorada, Maju, así que apretó el paso para alcanzarla y de esta forma regresaran de la mano. Cerrábamos la hilera, Checa, Dante y este narrador. Caminamos casi a la par por unos momentos. En medio, según desde donde lograba ver, Meyer y Gina dialogaban amenamente. A mi primo parecía no importarle que su pareja conversara con el susodicho. Estaba a leguas de sentir celos, tal vez porque sospechaba que era homosexual. (Leer el último párrafo del post anterior, clic aquí).
Un poco más adelante, mi hermano —Juanito— y Paquita —la risueña— iban canturreando una melodía ininteligible para mis oídos a esa distancia, como quince metros cuesta abajo. Y digo cuesta abajo, porque ahora el camino descendía suavemente… Los nueve “protagonistas” de este relato volvíamos a casa sin una mínima muestra de agotamiento o embotamiento. Reíamos, bromeábamos y hablábamos con quienes mejor simpatizábamos. Luego de aquella caminata me enteré de muchas cosas. Me vinieron con las noticias que mi hermano tuvo una relación pasajera con Paquita y que Meyer compatibilizaba bastante con Gina. Aficiones femeninas; lo que me hizo desconfiar sobre la orientación sexual de este tipo, que por cierto, jamás me volví a cruzar. Y es que Gina se lo contó días después a Checa y éste posteriormente al quien escribe. No me consta, pero dijo que su compañero de regreso de la cascada Tamushal, por ratos, se le hacía muy difícil ocultar sus delicados ademanes. —Me raspo la barbilla—.
Diez minutos antes de pasar de nuevo por la cascada Vestido de la Novia, la primera del Shilcayo, los seis, las tres parejas que retornaban juntas, se detuvieronA alguien, ignoro con exactitud a quien, se le ocurrió tomarse fotos a mitad del sendero. El bichito del “figuretismo” había picado a cada uno de ellos. Me era complejo creer que a mi hermano también. Ni siquiera la naturaleza se exhibía tan interesante como para fotografiarse un arsenal de tomas. Ni que los árboles fueran de otro planeta o que los animales salvajes harían su aparición repentina. Todo estaba tal y como al momento de la ida. Pienso que quisieron llevarse un exceso de recuerdos visuales de la Cordillera Escalera. Y como no les fue suficiente sólo sacarse fotos, solicitaron los servicios de Dante para que los filmara —en alta resolución— de pies a cabeza, en especial a las mujeres. Empero, el camarógrafo no se dio muchas molestias y decidió reanudar el camino de vuelta, buscando algún voluntario con la mirada. Checa y yo nos apuntamos. “Vamos ya de aquí”, hablé.
Aceleramos el ritmo. Dante abandonó el uso de su cámara; en cambio, Checa, que hasta ese instante no me había fijado, sí utilizaba una pequeña Nikon perteneciente a uno de sus amigos, que en algún momento hizo olvidar. “Buena, primo”, le dije. Fue muy hábil en apropiarse de uno de la media docena de dispositivos digitales que transportaron durante la caminata. “¡Cuidado te tropiezas!”, le advertí porque fotografiaba sin detenerse, con riesgo de trastabillar al vacío. “Si te caes, romperás ese aparato”, continué. “Creí que te preocupabas por si me lastimara”, respondió. “La cámara es más importante”, acoté sonriendo. Dante siguió la corriente, y puntualizó: “Gastarían más comprando los repuestos de esa Nikon, que enyesándote”. Los tres reímos la broma. Si en esa época mi primo “tenía correa”, ahora, en 2015, mucho más aún. Tanto a él como a mí, los años, en vez de hacernos serios o formales, nos hicieron más jocosos. Y, desde este blog, Me Escapé de Casa, saludos para Checa, que en la actualidad se encuentra en Brasil.
Tras hacer unos cuantos giros, la cascada Vestido de la Novia se dejó escucharSentimos más corta la ida que la venida, ya sea porque el camino descendía y porque avanzábamos a paso de militar. Mientras bajábamos a la poza por el sendero, a la derecha de la caída de agua, el sol ya brillaba con  creces. La superficie de la escalera de troncos se había deshumedecido bastante con el incremento de la temperatura, y por ende, era menos vidriosa. Checa, desde la parte superior, fotografió a Dante y a mí posando al pie de la escaleraEl Vestido de la Novia nuevamente nos fue dando la bienvenida, esperando que esta vez El Caminante se zambullera en sus lozanas aguas. Hace casi una hora, o quizá más, que había probado el último bocado frente a la cascada Tamushal. Probabilidades mínimas de que un calambre atacara mis músculos; por lo tanto, el riesgo de ahogarse estaba muy reducido. A parte, sentí relajados a todos mis tendones, pues la actividad ecoturística no implicó mucho esfuerzo por los constantes altos que hicimos a la ida, e incluso a la vuelta, que en mi caso rechacé, dejando atrás a los demás seis aventureros. Yo, ahora, moría por meterme al aguaAguardaría a que el resto nos diera el alcance. No sabía cuánto tardarían, así que corrí hasta la orilla menos rocosa, adelantando a Checa y Dante, que se entretenían a pocos palmos de la escalera ecológica. Por lo visto, la cámara fotográfica que mi primo era dueño temporal, requería de otra configuración, y entre los dos, con el ceño fruncido, intentaban develar su manejo. Les había hecho caso omiso desde que tuvimos a la cascada más próxima y a la vista, la misma que poco a poco me incitaba a tirarme un bañoTenía toda la poza para mí solo. Todavía ignoraba por cuánto tiempo. “¡A refrescarse se ha dicho!”, proferí entusiasmado. “¡Llegó el momento del chapuzón!”, continué. Mis dos compañeros, oyendo mis sonoras exclamaciones, se acercaron; Checa, por lo que noté fijamente, con la cámara correctamente manipulada, porque empezó a usarla disparándome el flash. Dante, en cambio, ya hace ratos que había “colgado” su artilugio analógico.

Me saqué el polo y luego las zapatillas y los calcetines. En seguida, cumplí mi deseo metiéndome al agua, pero con los lentes puestos. Una vieja costumbre que hasta ahora la sigo practicando: casi nunca me quito los anteojos ni para la hora del baño o la siesta. Mi vista no es tan buena que digamos. Padezco de una miopía que sobrepasa los cuatro (4) de graduación. Sin mi otro par de ojos, el mundo perdería su belleza, porque, en efecto, todo se tornaría borroso u opaco. En serio que necesito una intervención de manos del oculista o el oftalmólogo. Una operación solucionaría este problema.

Y como siempre sucede mientras permanezco dentro del agua, temo que se pierdan los lentes, por lo que trato de no moverme bruscamente. La poza del Vestido de la Novia era de aguas tan pacíficas, que sus olas se mecían con tal parsimonia que parecía una piscina o un estanque, sin corriente alguna; lo que era de gran ayuda para evitar extraviar lo que llevaba enmarcado en la cara. Perfecto para ver con nitidez debajo del agua. Al fin disfrutaba de mi recompensa, del botín que la naturaleza ofrecía a sus visitantes. En las fotos que pueden apreciar entre los párrafos de esta parte concluyente, me remito.
Checa, como ya había gozado de su baño, no se sumergió; pero, Dante, ahora con la comida más digerida como yo, me imitó de inmediato dejando su cámara al recaudo de mi primo, no sin antes darle sus respectivas precauciones. “No intentes usarla”, le advirtió. “No es como la que usas generalmente”, aclaró. Checa obedeció estoicamente y sólo utilizó la cámara que hizo olvidar a su otro amigo. La dio un buen uso, por supuesto; porque inmortalizó a este par de exploradores refrescándose en la poza. Todo fue hasta que los demás nos dieran el alcance, y seguir el camino de vuelta a casa sin más prórrogas. Cosa que hicimos, al menos más de la mitad de los aventureros. A partir de allí, las fotos fueron mínimas: del río y de la fauna. Contaba con suficiente material fotográfico. Sólo quería regresar a Tarapoto.


FIN

Con esto termino de narrar los hechos ocurridos en la caminata a las dos primeras cascadas del río ShilcayoVestido de la Novia y Tamushal, ambas ubicadas en la Cordillera Escalera. Dejo un link de descarga de fotos en HD.

    enviar correo       editar

0 huellas:

Publicar un comentario

Deja tu huella y sabré que alguien pasó por aquí...


No se publicarán comentarios fuera de la temática del blog, ni mensajes que sólo tengan como interés hacer publicidad, o que contengan agresiones o insultos de cualquier tipo.
Además, no es necesario que escribas el mismo comentario; éste será aceptado o rechazado una vez sea revisado:

Total de Visitas: