06 enero 2015

Publicado enero 06, 2015 por con 0 comentarios

Caminata a dos Cascadas del Río Shilcayo, Vestido de la Novia y Tamushal (Cordillera Escalera, Perú) - Parte V


Tamushal, la segunda cascada formada por el curso del río Shilcayo es una de las miles que existen en territorio peruano, hasta me atrevo a decir que sea una de las decenas de miles de caídas de agua que atavían las tres regiones naturales del Perú: Costa, Sierra y Selva. En cada región la geografía paisajística es distinta sobremanera: En la Costa, al Oeste del país, el terreno es árido y pedregoso, con clima predominantemente templado; en la Sierra, en el centro, las montañas y las zonas escabrosas conquistan a lo largo y ancho del territorio; y en la Selva o región amazónica, al Oriente, un manto verde y fértil cubre toda la extensión, acogiendo un clima tropical y subtropical, que a su vez ocupa el 57.9% del territorio nacional. En consecuencia a esto, la temperatura de las aguas de cualquier cascada o catarata de la Amazonía peruana, varía entre fresca y cálida; incluso es fría en los bosques de neblina. Las cascadas del Shilcayo, como dije en posts anteriores, gozan de los grados adecuados para que cualquier bañista de la faz de la Tierra, ya sea del Congo o de Siberia, se deleite de chapotear en ellas. Y como suelen decir en la jerigonza chapara (selvática): “Un pato yucuna en estas aguas sería bien rico”. Despejen sus dudas sobre dicho término leyendo la parte final del primer párrafo de la entrada que se abrirá clicando Aquí.

El calor se hizo presente con el brillo del sol. Las aguas se tornaron más claras, hasta que se podían ver las rocas del fondo con tal nitidez que no costaba esfuerzo incluso en el espacio donde impactaban las gotas.
No fueron muchas las fotografías que me tomaron. Tampoco hubo selfies tal vez ninguno del grupo; pues en el año 2010, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, la “autofoto” no se consideraba aún una moda y mucho menos para publicarla en el Facebook. Aunque pienso que es un acto de narcicismo, que estoy seguro varios concuerdan, no soy nadie para juzgar lo que gusta a la gente, si al final, todos, irremediablemente, nos acoplamos a los hábitos de la colectividad. No lo niego: Yo también ahora me tomo selfies. Quizás no por un desorden en mi ego, más bien porque no había nadie alrededor para inmortalizar el momento; con su posterior “brochada” de Photoshop, claro… Así que, en vista que me acabo de dar cuenta de mi bifurcada de la narración, haré un paréntesis, en el cual aprovecharé para hablar un poco de mí, a modo de desahogo, de desquite, o de simplemente expresar lo que tengo guardado a través de mis dedos y no sólo por la lengua:

A diario, en la vida de cualquier ser humano, te expones a un sinnúmero de críticas, reproches, desaprobaciones, rechazos, y hasta repugnas. Y la cifra es mayor si eres una de esas personas que se revelan como extrovertidas, impredecibles, espontáneas, o, en el caso más común, si eres un personaje público o famoso. Pues, en lo que respecta a este bloguero, es de “pecar” o de caracterizarse de los tres primeros adjetivos. A manera de reprobación, siempre me hacen las siguientes preguntas: Que ¿por qué veo Animes? Que, ¿por qué juego videojuegos clásicos? Que, ¿por qué bailo frenéticamente? Que ¿por qué me divierto con los niños? Que ¿por qué bromeo a cualquier hora del día? Que ¿por qué siempre visto bermudas juveniles…? Mucha gente me dice que aún no he madurado, que no he tenido infancia. A todos ellos les digo: Que no me importa lo que diga o piense el resto, lo importante para mí es ser feliz tal y como soy: Los Animes me aleccionan que jamás debo darme por vencido y que tengo que luchar por cumplir mis sueños; los videojuegos me ayudan a estar siempre alerta y me recuerdan que la vida tiene niveles con sorpresas o golpes cada vez más grandes y duros; bailar exageradamente me libra del estrés y despeja mi mente de pensamientos negativos; los niños son los seres más puros que existen sobre la faz de la Tierra, su Inocencia me enseña a ser siempre humilde y anteponer el Amor frente a cualquier decisión; ser bromista (tratando de no ofender) es parte de mi personalidad, es parte de mi espíritu, y lo adopté porque aprendí que Alguien allá arriba desea que no deje de conservar la sonrisa y el buen humor; y, los pantalones cortos han sido, son y seguirán siendo parte de mi atuendo, y nadie, jamás nadie, podrá imponerme un look distinto, además, en donde vivo ahora hace demasiado calor, la ciudad de Pucallpa.
Creo que explicaciones como ésta no pueden haber mejores: concisas y sinceras de corazón. Un consejo: Haz lo que te haga feliz, nunca, por más que bregues duro, podrás agradar a todo el mundo, se los digo por experiencia. Si te sientes emocionado, y mueres por gritar, entonces hazlo. Si te gusta caminar, en lugar de subirte a un vehículo, entonces hazlo. La felicidad yace en cosas que puedes hacer y no en cosas que puedes poseer. Si quieres vivir experiencias nuevas, entonces haz cosas que jamás hiciste y anhelas desde el fondo de tu ser. Incluso en los detalles más insignificantes, en las actividades más corrientes llevadas a cabo en tu vida, ebulle el bienestar, aquello que te dibuja una sonrisa en el rostro, que, por unos instantes, unos maravillosos instantes, te hacen sentir regocijado, libre, como si los problemas se esfumaran, como si en este mundo no existiera vacante para la desdicha; hasta que se va formando un sentimiento, quizás el más increíble después del Amor, y lo repito: La Felicidad. Y, precisamente, eso es lo que siento cuando escribo o camino. Caminar en medio de la naturaleza, en especial si corre agua a los lados de la ruta, y durante una fresca mañana, es lo más cerca que puedo estar de la Paz. Es por eso que el sendero hacia las Cascadas del Río ShilcayoVestido de la Novia y Tamushal, fue el elegido por el quien escribe.
Tamushal, la segunda cascada que orlaba la naturaleza en la Cordillera Escalera, caía frente a nuestros ojos, destellando con cada gota salpicada en las rocas. El calor del sol había evaporado casi totalmente a la cortina de nubes y el cielo lucía cada vez más celeste, tanto al grado de empañarnos la vista si mirábamos hacia la copa de los árboles o a la poza. Justo a esa hora, cuando nuestros cuerpos empezaron a sentir un indicio de calor, éste, tal vez más tímido que acechador; yo, El Caminante, dio rienda suelta de un poco de cada refrigerio, o de los que aceptaron ser invadidos por mis manos. Luego bebí agua y refresco. Quedé satisfecho, de momento. El agua también se mostró apetecible, pero no tan tentadora como para que este aventurero se tirara de pique. Sólo me remojé las piernas, sin sacarme las zapatillas. Hasta me senté sobre una piedra en la parte baja. Las fotos subidas en este post son prueba de ello. Y que conste que aquí ningún editor de imágenes fue usado para disimular las “severas” imperfecciones faciales: más natural que tetas de monja. Pues, como ven, lectores de Me Escapé de Casa, así de “guapo” me creó Dios. Ustedes juzguen.
Algunos del grupo decidieron merodear por los alrededores, y más de uno resultó levemente arañado por las espinas o tropezado y/o resbalado en las piedras mohosas. Nuestro objetivo aquel día era solamente llegar hasta la segunda caída de agua del río Shilcayo. El sendero hacia las demás cascadas —sí, habían otras cascadas— continuaba por un lado sinuoso de Tamushal, y, obviamente, siempre en ascenso. Estas son: Julián Pampa, Vinoyacu y las Tres Marías. Espero conocerlas pronto. Quizá cuando esté de vuelta a mi querido Tarapoto, Ciudad de Las Palmeras. Mientras tanto, Pucallpa, Tierra Colorada, me acoge, o intento que me acoja. Ya son más de dos años que radico acá y aún no me acostumbro al calor. ¡Es bárbaro! Y en donde trabajo, un espacio demasiado cerrado y sofocante, en las horas de la tarde, se convierte en un cuarto de sauna. Hasta las “bolas” se me sudan mientras estoy sentado, con el trabajo bajo presión encima. Sin embargo, sobre mi estadía en Pucallpa y la verdad acerca de la ocupación trataré más adelante, en futuras publicaciones. Tengo pendiente muchos lugares por describir y mostrar: bellos y únicos. Prometo que dentro de poco narraré esta nueva etapa de mi vida que inició aquel 5 de Septiembre del 2012, el día de mi partida hacia lo “desconocido”, sin imaginar siquiera que me depara el destino. Juro que no quebrantaré lo dicho. ¡Lo juro! Cierro este relato en la Parte VI, y en los siguientes posts, por una temporada, abordaré sobre mis recorridos en el departamento de Ucayali hasta el día que me despida. O tal vez sólo sea un “hasta luego”.
El paisaje de la cascada de Tamushal supo acogernos durante todo el tiempo que permanecimos en éste. Fotos por doquier. De perfil, de frente, solos, en grupo, de cerca, o de lejos de la caída de agua. Cada uno era fotografiado de la forma que deseaba. Incluso los amigos de Juanito y Checa pensaron que jamás regresarían a disfrutar de la naturaleza de la Cordillera Escalera, por lo que se sacaron más tomas que modelos de Playboy. “Volveré”, me dije en aquel entonces. Y ahora, cuatro años y medio después, me lo sigo repitiendo. Caminata, uno de mis pasatiempos preferidos. Falta mucho por conocer aún mi tierra, San Martín”. Qué me aguardará el mañana. No lo supe en ese instante y hoy tampoco lo sé.
El sol se encontraba en su punto más alto cuando decidí platicar con algunos de los amigos de mis familiares. Durante aquel receso, la plática era una buena opción. Como dije, aún estaba sin bañarme, pues el calor seguía siendo tolerable. “Quizá me zambulla de regreso en la primera poza, la del Vestido de la Novia”, pensé. Luego se lo hice saber a Juanito, mientras departía unas palabras con Dante. Tras esto, el camarógrafo puso de manifiesto su deseo de bucear en el mismo lugar, ya que esperaría hasta que sus alimentos se digirieran un poco más. Ambos, lo que menos queríamos es ser víctimas de calambres; y por la cantidad de raciones que habíamos ingerido, no tardaríamos en sentir los primeros asomos de espasmos musculares en tanto permaneceríamos sumergidos. Supuse que hasta esas horas, la totalidad de los exploradores picó (probar comida de distintas fuentes) de entre nosotros mismos… Teníamos los estómagos llenos o casi llenos.
Dante me contó mucho en poco tiempo. Raudamente narró sus experiencias de aventuras, siempre con su cámara al hombro, ya sea andando sobre rocas, arena, nieve, pasto, troncos o todo tipo de obstáculos que la naturaleza te impone en una caminata. Y es que el Perú es un país tan diverso, que tiene más variedad de microclimas que cualquier otro en el mundo: 84 de los 104 para ser exacto. Dato que Meyer me lo recordó. Sin darme cuenta, éste se unió a la conversación. Imposible que evitara escucharla porque estuvo reposado sobre una piedra cercana; y recién me percaté de él, cuando se puso de pie. Por su aspecto, deduje que era el mayor del grupo después del camarógrafo, rondado entre los 30 y 35 años de edad… De modo que acabé intercambiando experiencias con los más “viejos” inscritos en aquella caminata. Y como suele suceder, las charlas con personas mayores que tú, terminan siendo bastante instructivas. Se aprende, sea lo que sea, se aprende: cosas positivas, cosas negativas, o ambas. En aquella oportunidad, indubitablemente, fueron positivas.
El que tal vez tenía la edad de Cristo, en particular, relató una historia que me causó mucha risa, demasiada para el gusto de este sujeto, que si no hubiese sabido detener mis carcajeos, habría caído de ofensivo. Gracias a Dios me contuve a tiempo, que por poco pesqué un hipo. Admito que el motivo para reaccionar así, era, a mi parecer, “enorme”. Meyer, como anticipé en la Parte II de la narración de esta caminata de ecoturismo, revelaba una tez carente de sentido del humor. Su seriedad salió a relucir al ser testigo de mi epilepsia de risotadas. De hecho, su historia (o hasta donde la contó) es la siguiente: Le encanta acampar. Lo hace desde los quince años. Dice, “el mejor hotel no tiene cinco estrellas; el mejor hotel tiene miles, millones de estrellas” (Ahí coincido). “Dormir bajo el cielo nocturno y tenerlo de techo, es lo más reconfortante y satisfactorio durante una noche en la selva. No obstante, dormir sin apapachar a alguien no es del todo placentero…” (Por un momento pensé que la compañía femenina era la guinda del pastel durante su descanso en la intemperie). Y continuó: “Nunca salgo a acampar sin llevar conmigo algo primordial a la hora de cerrar los ojos. Jamás olvido mi osito de peluche…” Inmediatamente, estallé de risa. Dante también lo hizo, pero con esmerado disimulo. ¡Qué ridiculez la del tal Meyer! Creo yo. En ese instante se me vino un único pensamiento: “Meyer es gay”… Así lo vi (y lo veo). Se supone que son las mujeres a las que les gustan los peluches.


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