14 abril 2020

Publicado abril 14, 2020 por con 0 comentarios

Queremos nuestro dinero. Caos en la familia peruana


Muchos queremos nuestro dinero que por derecho nos corresponde, necesitamos de atención médica inmediata. Somos muchos, millones. La desesperación es manifiesta en cada clase social del país. La economía ha colapsado a la par de la salud.

Nadie está libre de polvo y paja, ni gobernantes ni ciudadanos, ni tu ni yo. Todos pecamos de alguna culpa. Cuando la presión adolece nuestra moralidad tendemos a cometer errores e incluso brutalidades. Que tire la primera piedra quien no vendió su alma al diablo. Quizá algún santo o mojigato.

Detestamos la mentira, las falsas promesas y el deficiente dominio propio de las acciones. Todo nos molesta. Nuestra voz de protesta es levantada a diestra y siniestra. Repudiamos al sistema, pero, voluntaria o involuntariamente, a veces nos encabritamos a sus caprichos. Consumimos la basura que nos ofrece, tratándonos de dar al menos una cucharada por los medios más cautos o, al contrario, los más descarados.
Se nos vacía el presupuesto, y ya a muchos de ustedes no les quedará ni un céntimo. Es dura está crisis, la más dura que hemos alguna vez imaginado. El auxilio no ha llegado a muchos hogares. Exigimos nuestro dinero. Ponemos toda esa carga, la mayoría de circunstancias, a una sola persona. "Ladrón", "rata", títere"... Adjetivos hay por decenas que escuchamos y leemos, pero más que todo hablamos y escribimos.

Como si gobernar un país fuera tan sencillo. Es tan difícil de sólo ser líder de una familia. Cuentas qué pagar, necesidades que suplir, incluso deudas que evadir por temor a que no alcance para la comida de los niños. Hay necesidades día tras día. Pero imprevistos pocos lo experimentan y mucho menos cuando se trata de un imprevisto extremo. Imagínense que, y disculpa que sea crudo, se mueran sus hijos o su cónyuge caiga enfermo, ¿cómo lidias con eso? ¿Cómo lo superas? Todo se va derrumbando sin previo aviso.

Nos sentimos traicionados como ese hijo que culpa de sus pesares a su padre. Mandamos al carajo a medio mundo, nos encerramos en nuestras ideologías. Y no está mal hacerlo, porque a cada uno nos gobierna nuestra identidad; pero sí, realmente, en dónde la jodemos es cuando perdemos la razón, perdemos la compostura, cuando nos rebajamos al nivel de insultar, ofender, provocar.

Soy peruano de corazón como tú, un peruano más, no soy partidario de ningún partido político. Amo a mi país. Soy un impaciente más que quiere ver mejor a su pueblo, a su familia. Y si estuviera a mi alcance, te daría algo para que te encuentres bien. Puede que nuestro máximo representante piense o no lo mismo. No lo sé. No lo sabemos. No sabemos si es como aquel padre que deja a la deriva al resto de su familia cuando el caos tumba los pilares del hogar.

Si tú, hermano o hermana peruano, está en tu posibilidad dar una mano al desamparado, hazlo. Las críticas solo generan odio y desunión. La desidia, en esta época de pandemia, solo favorece a la anarquía.
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