Arribamos a la bocatoma no desperdiciando la
oportunidad de captarnos con la cámara… ¡Qué bárbaro! Esa llegada causó
soberanas carcajadas a todos aquellos que vieron las tomas. Cuando yo mismo veo
éstas y las demás, me recuerdan siempre a un popular programa de TV de
esta parte del Perú… las intencionadas y no intencionadas parodias que
hicimos ese día durante la caminata están, sin exagerar, para ganarnos un
premio. Creo que no existe bastante diferencia entre los segmentos de
turismo que muestran en dicha emisión televisiva y el vídeo editado
que guardo en el disco duro de mi PC, incluso las músicas que
ponen, que por coincidencia me gustan tanto, son las mismas. Alguien que ha
visto el programa De Todo un Poco, y espero cobrar algún día por la
publicidad, se fijará en el montón de parecidos que hay entre mi edición y la
de ellos. Sólo espero que haya un concurso de imitaciones para su sección
de reportajes turísticos, y ténganlo por seguro que me esforzaré en hacerlo
más divertido y chistoso.
Pero
no todo es risa para uno que recorrió antes por las márgenes del río
Shilcayo; el cual, es mi caso y de muchos a los que conozco, paisanos y
familiares míos. Es algo lamentable lo que está sucediendo en esta área
de la Cordillera Escalera. La tala indiscriminada, que en la actualidad,
enhorabuena, está siendo controlada con dificultades por los guardaparques, la
policía ecológica y demás gente encargada, está, progresivamente, trayendo
resultados trágicos que podrían volverse irreversibles, sino se toman
medidas más estrictas. No obstante, hay más causas que justifican los
efectos implícitamente mencionados. Una de éstas, es el calentamiento
global, delicado problema que décadas atrás se creía imposible en el mundo
entero y que muy pocos toman en cuenta. Son innumerables los casos de sequías y
veranos interminables alrededor de la Tierra, dándose hasta en exuberantes
selvas y en cientos de hectáreas de sembríos. Esta “porción” del planeta, al
norte y este de mi pueblo oriundo, está, además, siendo amenazado por poderosos
inescrupulosos al permiso de la demagogia, que fingen la búsqueda de la salida
del subdesarrollo. El oro negro en vez de hacernos ricos, nos llevará a
la ruina, y sólo los inocentes la sufrirán, mas no los causantes.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl3L7vCOTt7dIuD9BT-7NCHCoXTzV91wpFa5dyvdOT1HzkcNyfQr1jxWH5vgZAFWkvIasE0Ewvlo5bYtDS5M4njlxI-KqZVJEVIk0eayKxiU5_PzkiUptkQ4IGV2C-d8gu_WIaiFP7dj2K/s640/Bocatoma+del+r%25C3%25ADo+Shilcayo%252C+Tarapoto%252C+San+Mart%25C3%25ADn%252C+Per%25C3%25BA.jpg)
Son
sorprendentes los relatos antiguos y no tan antiguos que me contaron sobre este
río, y lo curioso, es que hay un punto en donde más coinciden: el paso
a nado de la bocatoma. Los que no conocen este lugar, se preguntarán
dónde está lo sorprendente. Está, por tanto, que en la actualidad, se la cruza
caminando, incluso sin mojarse los pies por la parte superior de un declive de
concreto y piedras. Ni las torrenciales lluvias son capaces de crecer
el río lo suficiente como para que cubra a una persona adulta por este cauce.
La cruda verdad es que cada año que pasa, el Shilcayo baja de caudal unos
cuantos milímetros (quizá centímetros). A comparación de hace dos años —el
2007—, pasé la bocatoma sin mojarme ni una gota. El sitio había cambiado
sobremanera. Podía observar el fondo desde el camino por donde pasaba,
calculando un máximo de 1.60 metros a mi derecha y 1.20 metros a mi izquierda.
En las verdinas aguas, zigzagueantes y ágiles, los renacuajos y las crías de
algunos peces nadaban en diferentes direcciones en busca de alimento. Mariposas
de alas negras y azules, fosforescentes a la luz ultravioleta, volaban medio
distantes de nosotros, sobre nuestras cabezas, reluciendo cada vez que un rayo
de sol filtrábase por las rendijas de la terraza de hojas. Cayo filmaba en
esos momentos. “Estamos en la bocatoma del Shilcayo, haciendo un trabajo de
reconocimiento. Podemos ver las piedras, el río, malezas… que están caminando”,
decía refiriéndose a Micky y a mí cuando pasábamos un puentecillo de troncos y
brincábamos por unas piedras que antes habían sido, también, el lecho del río,
ahora, sólo recuerdo de viejos aventureros y de la “gente del
monte”.
Avanzamos
un minuto o dos por el lado derecho (el más seco) del pedregoso río, o lo que
quedaba de éste. Apenas había unos cuantos charcos de aguas oscuras, rodeados
de piedras mohosas, que debíamos guardar cuidado de no resbalarnos. Para
aquellos que les parezcan raro que por este lado corría poquísima agua,
recordando las profundidades que especifiqué en el anterior párrafo, debo
aclarar que la bocatoma ha sido construida en la pared de una clase de
desfiladero, el que cuya pared opuesta está delante y a doce metros de la
entrada aproximadamente. Se desciende al río por unas gradas y un corto pasillo
de cemento que rodean un reservorio de donde se extrae el agua. Por el
declive y el puentecillo se pasa, respectivamente, de forma curvada y diagonal
al otro extremo del desfiladero donde más se ven guijarros y piedras, siendo
que por eso la corriente baja por un delgadísimo espacio de la siniestra.
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