Mientras fotografiaba, las chicas —bebes para el entorno en que
vivo— eran el tema de conversación de Cayo y Micky. De vez en cuando era partícipe
del jocoso coloquio, siendo infaltable las risas, gesticulaciones y aplausos
entre todos. Tras una algazara por una fugaz anécdota de mi primo, éste avisó
lo pendiente que di palabra al concluir con mi oficio de fotógrafo
paisajístico. Asumí que tomé suficientes cuadros del panorama y, casi
gritando, dije que uno de los dos me haría primero unas imágenes. Cayo se
comprometió, con la condición de que le sacara iguales fotos que a él, y
obtuvo un sí por respuesta.
Aguzando la naturaleza desde los cantos
de la plataforma, asiendo el poste y los troncos de un extremo del mirador
exponiéndome a soltarme y caer a la pedregosa y arenosa orilla del río, o
con Micky a un costado, fueron algunas de las fotos que hizo el hijo
de mi tía. “Ahora me toca inmortalizarte”, le exclamé al término. En menos
de lo que se tarda en pestañear me entregó la cámara (¿ya dije que era de color
negro?) y se “pendió” de la misma esquina que yo. “Qué mono eres,
man”, le mascullé, reprochando su vacío de originalidad al imitarme. “Mejor
porque no te empujo y obstruyes el Shilcayo para hacerlo
lo bastante hondo y así poder bañarnos”. En un santiamén, el otro empezó a
carcajearse de mi broma y el copión me apuró con un brazo levantado y una
sinvergüenza sonrisa de oreja a oreja. Piadosamente, presioné el disparador… en
vez de tirarlo. Finalicé de fotografiarle en corto tiempo en
diferentes poses. Contarles, que hace dos años, al borde de la cornisa, el
quien escribe fue fotografiado en la azotea del cuarto piso de un visitado hotel
de turistas del centro de Tarapoto. ¿Demente…? No lo creo. Vi en el
programa de Ripley que equilibristas caminaban en la cuerda floja de edificio a
edificio, sin cordón de seguridad. ¿Les patina el coco o son hombres con
agallas? Comparando: lo que hacen ellos es como introducir la cabeza en la
boca de un león y lo que hago, yo, es como quitarle el dulce a
un niño.
Posteriormente, luego de que Cayo se satisficiera con mi labor,
pregunté a Micky que si quería acomodarse para dispararle el flash. Dijo que
sí, pero no solo. Tres segundos después, mi primo se ponía a su izquierda, con
la mano en su hombro opuesto y apoyados en las ramas cruzadas que rodeaban la
plataforma. Eso bastó para el menor del trío. De pronto, oímos unas timbradas
en el bolsillo de los pantalones del imitador de posiciones fotográficas. Era
su celular. Fue el único que había llevado el suyo, pues dependía tanto de esta
tecnología que lo transportaba a donde sea. Como impelido por una fuerza
invisible, se apresuró en consultar la pantallita del móvil y al punto
pronunció un juramento. Uno de sus mejores amigos del colegio le estuvo
llamando, pero no escuchó porque el dispositivo no sonó cuando estábamos abajo.
Los árboles bloquearon la señal en tierra, y desde arriba, con poca vegetación
sobre nuestras cabezas, recién el sistema del aparato “avisó” que le habían
estado llamando. “¡Mald… sea! ¡Ocho llamadas perdidas!”, se quejó Cayo. En
seguida nos hizo saber que su camarada Chilampa seguro
que quiso acordar la hora para salir a beber unas cervezas, o chelas,
como se dice en algunos países de Latinoamérica. El tipo, al año de
terminar sus estudios en la preparatoria, huyó a Brasil de su
hogar, en busca de aventuras, y sospecho que de chicas fáciles
también. En esa fecha, calculo que el pródigo hace un mes que retornó a Perú,
a Tarapoto, a la compañía de su familia y amigos, que confesó
extrañar.
“Ni que fuera tu nena para que te preocupes de esa forma”, le dije
a mi primo viéndolo que no se calmaba. “Ya lo irás a visitar de regreso, o lo
llamas de Tarapoto”. Cayo se quedó mudo, pero a un rato,
guardando su móvil, habló cambiando de tema: “Sería bacán tener
vídeos en este lugar”. Dentro de mis planes, tarde o temprano era lo de filmar
el paisaje y a nosotros. Así se los hice conocer de sopetón. Pero, ante los
minutos corridos en el mirador, ahora no vi porqué motivo aplazar más las
grabaciones. De modo que les propuse la idea de filmar la naturaleza y
a los dos intercaladamente; a continuación lo efectuaba similar el
siguiente, cualquiera de ambos (en el orden que querían). Los tres
sacamos regulares tomas en las que la risa pícara y el verdor de las hojas
resultaron ser los elementos principales, lo que les dieron vida, mezcla de
juventud ocurrente y medio ambiente tropical. Para qué ya contar uno por
uno los gestos obscenos, las parodias, las sátiras y los saludos a nuestros
seres queridos. Como ya saben, esos vídeos ahora son historia, simples
recuerdos registrados, no por la lente de la cámara, sino por los sentidos de
cada uno. Había cometido una tremenda e imperdonable burrada —o tal vez
esté exagerando—, que cuando caí en la cuenta era demasiado tarde, debido que
fue imposible suministrar una cura efectiva a aquel error. “Salvar” los vídeos
de la papelera de reciclaje es tarea de niños, pero de “más allá” nada
sencillo; en este caso un documento de texto es mucho más recuperable que un
archivo de vídeo, y mientras más rápido, mejor. En 2008, lucía de
novato en los programas de edición, hasta en el que demandaba menos práctica,
como el Movie Maker, por ejemplo. Para no mentirles, era casi nulo en el
manejo de dicho programa pre-instalado en el sistema operativo Windows. Puede
que alguien de ustedes lo haya usado para hacer —como yo— algunos de sus pininos
en el arte de la edición de vídeos, y lo aprendió en un dos por tres y
difícilmente habría caído en la equivocación de eliminar accidentalmente el
material, expresado de otra forma, la materia prima. Lo cierto, es que a
veces incurro en torpezas dignas de un acuariano. No disimulen que los del
signo Acuario no somos un tanto distraídos y, pese a que la
mayoría tenemos un cociente intelectual alto (valga la jactancia),
nuestros constantes imprevistos son una característica especial… Y así, tras
esta solícita referencia zodiacal, espero que en publicaciones futuras cuelgue
los vídeos que edité y editaré, eso sí, con más experiencia y sofisticación.
Para los lectores que deseen entrar en este mundillo, les recomiendo utilizar
el Ulead VideoStudio en sus últimas versiones.
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