10 octubre 2009

Publicado octubre 10, 2009 por con 0 comentarios

Caminata a la Primera Cascada del Río Shilcayo- Parte IX


Mientras fotografiaba, las chicas —bebes para el entorno en que vivo— eran el tema de conversación de Cayo y Micky. De vez en cuando era partícipe del jocoso coloquio, siendo infaltable las risas, gesticulaciones y aplausos entre todos. Tras una algazara por una fugaz anécdota de mi primo, éste avisó lo pendiente que di palabra al concluir con mi oficio de fotógrafo paisajístico. Asumí que tomé suficientes cuadros del panorama y, casi gritando, dije que uno de los dos me haría primero unas imágenes. Cayo se comprometió, con la condición de que le sacara iguales fotos que a él, y obtuvo un sí por respuesta.
Aguzando la naturaleza desde los cantos de la plataforma, asiendo el poste y los troncos de un extremo del mirador exponiéndome a soltarme y caer a la pedregosa y arenosa orilla del río, o con Micky a un costado, fueron algunas de las fotos que hizo el hijo de mi tía. “Ahora me toca inmortalizarte”, le exclamé al término. En menos de lo que se tarda en pestañear me entregó la cámara (¿ya dije que era de color negro?) y se “pendió” de la misma esquina que yo. “Qué mono eres, man”, le mascullé, reprochando su vacío de originalidad al imitarme. “Mejor porque no te empujo y obstruyes el Shilcayo para hacerlo lo bastante hondo y así poder bañarnos”. En un santiamén, el otro empezó a carcajearse de mi broma y el copión me apuró con un brazo levantado y una sinvergüenza sonrisa de oreja a oreja. Piadosamente, presioné el disparador… en vez de tirarlo. Finalicé de fotografiarle en corto tiempo en diferentes poses. Contarles, que hace dos años, al borde de la cornisa, el quien escribe fue fotografiado en la azotea del cuarto piso de un visitado hotel de turistas del centro de Tarapoto. ¿Demente…? No lo creo. Vi en el programa de Ripley que equilibristas caminaban en la cuerda floja de edificio a edificio, sin cordón de seguridad. ¿Les patina el coco o son hombres con agallas? Comparando: lo que hacen ellos es como introducir la cabeza en la boca de un león y lo que hago, yo, es como quitarle el dulce a un niño.


Posteriormente, luego de que Cayo se satisficiera con mi labor, pregunté a Micky que si quería acomodarse para dispararle el flash. Dijo que sí, pero no solo. Tres segundos después, mi primo se ponía a su izquierda, con la mano en su hombro opuesto y apoyados en las ramas cruzadas que rodeaban la plataforma. Eso bastó para el menor del trío. De pronto, oímos unas timbradas en el bolsillo de los pantalones del imitador de posiciones fotográficas. Era su celular. Fue el único que había llevado el suyo, pues dependía tanto de esta tecnología que lo transportaba a donde sea. Como impelido por una fuerza invisible, se apresuró en consultar la pantallita del móvil y al punto pronunció un juramento. Uno de sus mejores amigos del colegio le estuvo llamando, pero no escuchó porque el dispositivo no sonó cuando estábamos abajo. Los árboles bloquearon la señal en tierra, y desde arriba, con poca vegetación sobre nuestras cabezas, recién el sistema del aparato “avisó” que le habían estado llamando. “¡Mald… sea! ¡Ocho llamadas perdidas!”, se quejó Cayo. En seguida nos hizo saber que su camarada Chilampa seguro que quiso acordar la hora para salir a beber unas cervezas, o chelas, como se dice en algunos países de Latinoamérica. El tipo, al año de terminar sus estudios en la preparatoria, huyó a Brasil de su hogar, en busca de aventuras, y sospecho que de chicas fáciles también. En esa fecha, calculo que el pródigo hace un mes que retornó a Perú, a Tarapoto, a la compañía de su familia y amigos, que confesó extrañar.
“Ni que fuera tu nena para que te preocupes de esa forma”, le dije a mi primo viéndolo que no se calmaba. “Ya lo irás a visitar de regreso, o lo llamas de Tarapoto”. Cayo se quedó mudo, pero a un rato, guardando su móvil, habló cambiando de tema: “Sería bacán tener vídeos en este lugar”. Dentro de mis planes, tarde o temprano era lo de filmar el paisaje y a nosotros. Así se los hice conocer de sopetón. Pero, ante los minutos corridos en el mirador, ahora no vi porqué motivo aplazar más las grabaciones. De modo que les propuse la idea de filmar la naturaleza y a los dos intercaladamente; a continuación lo efectuaba similar el siguiente, cualquiera de ambos (en el orden que querían). Los tres sacamos regulares tomas en las que la risa pícara y el verdor de las hojas resultaron ser los elementos principales, lo que les dieron vida, mezcla de juventud ocurrente y medio ambiente tropical. Para qué ya contar uno por uno los gestos obscenos, las parodias, las sátiras y los saludos a nuestros seres queridos. Como ya saben, esos vídeos ahora son historia, simples recuerdos registrados, no por la lente de la cámara, sino por los sentidos de cada uno. Había cometido una tremenda e imperdonable burrada —o tal vez esté exagerando—, que cuando caí en la cuenta era demasiado tarde, debido que fue imposible suministrar una cura efectiva a aquel error. “Salvar” los vídeos de la papelera de reciclaje es tarea de niños, pero de “más allá” nada sencillo; en este caso un documento de texto es mucho más recuperable que un archivo de vídeo, y mientras más rápido, mejor. En 2008, lucía de novato en los programas de edición, hasta en el que demandaba menos práctica, como el Movie Maker, por ejemplo. Para no mentirles, era casi nulo en el manejo de dicho programa pre-instalado en el sistema operativo Windows. Puede que alguien de ustedes lo haya usado para hacer —como yo— algunos de sus pininos en el arte de la edición de vídeos, y lo aprendió en un dos por tres y difícilmente habría caído en la equivocación de eliminar accidentalmente el material, expresado de otra forma, la materia prima. Lo cierto, es que a veces incurro en torpezas dignas de un acuariano. No disimulen que los del signo Acuario no somos un tanto distraídos y, pese a que la mayoría tenemos un cociente intelectual alto (valga la jactancia), nuestros constantes imprevistos son una característica especial… Y así, tras esta solícita referencia zodiacal, espero que en publicaciones futuras cuelgue los vídeos que edité y editaré, eso sí, con más experiencia y sofisticación. Para los lectores que deseen entrar en este mundillo, les recomiendo utilizar el Ulead VideoStudio en sus últimas versiones.


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