Metí a la cámara en el estuche y
continuamos la marcha. “A bajar se ha dicho”, recité con ganas. El
camino de descenso fue tan espacioso como el de la cima, pero la franja
inclinada era menos accidentada y la vegetación lo representaba en su mayoría
plantas de mediana altura y árboles madereros que crecían muy bien en un
terreno sesgado. Hablamos poco, saltando troncos derribados a nuestros
pasos, puede que por el viento o la vejez, siendo una muestra de lo último, la
notoria descomposición y la multitud de guaridas de escarabajos, gorgojos y
otras alimañas que mis compañeros decidieron cazarlos al regreso de la cascada
del Shilcayo. En esos ratos no sopló corriente de aire alguna, ni
tampoco se oía el canto de las aves y el ruido de otros animales. Yo iba
delante, junto a mi pariente, y Micky detrás, con una varilla en la mano libre,
intercambiando algunas palabras con ambos. A partir de una superficie dispersada
de helechos marchitos, vimos la pedregosa orilla del decadente río, a
mediana distancia y antes de lo que imaginé. ¿Habíamos trotado tan rápido?
Esto, si desean pregúntenmelo a través de un correo o comentario. Siempre
estaré en constante revisión… no se olviden.
Aunque hubo piedras planas por donde
pisar y por supuesto no mojarse, crucé el Shilcayo empapándome el
calzado, de forma que quería refrescar mis pies y de paso tener más facilidad
de salpicar harta agua a los muchachos en la ropa. Les fue inútil
devolverme la palomillada, porque llegué a la orilla contraria cuando apenas
brincaban por las húmedas piedras del centro, temiendo resbalarse y acabar
peor. A más metros del río, caminaba rumbo a la cascada, batiendo ferozmente
las mandíbulas como si tuviera epilepsia. “No quise mojarte porque la cámara corre
peligro, loco”, dijo Cayo acortando la distancia. “¿Y por qué entonces se
agacharon con las manos estiradas al agua?”, inquirí apaciguando la risa. Mi
primo evitó la respuesta con una palabrota, y Micky me pateó en la espinilla al
alcanzarme, pero sin mucha fuerza como para lastimarme. “Te saliste con la tuya
esta vez, ¿eh?”, farfulló. Sin contestarle, seguimos caminando, siempre cerca
al río, con aspecto de riachuelo. Los charcos y el barro se
veían a cada tramo de esta parte de la ruta, y tratábamos de no
ensuciarnos saltando por las pocas piedras que había en medio, o andando
por el pasto de los lados. Luego de sortear un bache de fango negro como
fertilizante, entregué el chisme digital a Cayo para que nos tomara unas fotos
cuando alcanzáramos una superficie más seca. Durante el tiempo que nos
ocupó en llegar a una zona menos cienosa, mi primo y su colaborador se hicieron
con una mariquita y un insecto palo,
no pudiendo capturar a una esplendorosa mariposa (creo
que de la especie azufre). Sin embargo, la caza de
lepidópteros era otra chamba y se necesitaba de instrumentos
(armas) muy diferentes a una cámara letal, como una red entomológica,
esencialmente. Ya tenemos experiencia en el manejo de este tipo de
aparejos. Incluso, utilizarlos abarca una serie de procesos que se deben
aprender si se quiere ser efectivo a la hora de atrapar a estos pasivos y
variados seres. Dado que son más frágiles que otros insectos y que sin sus
colores pierden su belleza, deben ser cogidos con suma delicadeza, evitando “despintarlas”
en lo máximo. Los pigmentos que matizan sus alas resultan ser escamas
microscópicas, mediante las cuales los científicos han visto adecuado
clasificarlas en base a esa característica, por lo que de ahí nace el
determinado Orden, Lepidoptera: lepido=escama, y, ptera=alas.
La etimología griega sí que está en todas. Pensar que todo lo que salen de tus
labios tiene su origen. Ya me lo había dicho mi maestro de Lengua y Literatura…
En el reino animal, como en el vegetal y mineral, nada está nombrado al azar, y
ni lo estará. Así que tal vez, antes de seguir con mi narración, les parezca
algo didáctico y entretenido las siguientes explicaciones que me dediqué a
seleccionarlas: El Orden Coleoptera (el de los escarabajos)
viene de coleo=élitro y ptera=ya saben; el Orden Homoptera (el
de la cigarras) se origina de homo=igual y ptera=archisabido; el Orden
Quiroptera (el de los murciélagos) es de quiro=mano y ptera=súper
archisabido; el Orden Anura (el de los sapos y ranas) resulta
de an=sin y ura=cola; y algunos más simples, como el Marsupialia (el
de los canguros) de marsupio o bolsa, el Edentata (el de los
osos hormigueros) de carente de dientes, o el Carnivora de los
que devoran carne.…
Y he aquí que continúo con la
aventura hacia la primera de las caídas de agua del río Shilcayo, que ya se
había vuelto más emocionante, pese a los eventos casi comunes ocurridos hasta
ahora. La misma naturaleza nos reconfortaba: la pureza del oxígeno, la
frescura que se fue haciendo más patente, los sonidos de la vida que se movía
alrededor, entre otras cosas. El camino por donde recorríamos en esos
momentos era plano pero, como dije, enlodado en ciertos sectores. Ninguno acabó
con las zapatillas embarradas después de vencer estas masas de tierra húmeda o
mojada. La causa por lo que dicho trecho estaba en esas condiciones, comprende
dos principales factores, uno de ellos es la inestabilidad del suelo debido a
alguna falla geológica a quizá miles de metros debajo, y el otro, el
curso de antiguos afluentes del Shilcayo que venían de la izquierda, o
sea, desde arriba, de los cerros de la Cordillera Escalera. Además,
recuerden las tormentas que se desataron días atrás en la región San
Martín.
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