22 febrero 2011

Publicado febrero 22, 2011 por con 0 comentarios

Tirando dedo hasta la naciente del río Tioyacu (Rioja, Perú)- Parte IV


Por ahora, no quiero disculparme, sólo quiero relatar y relatar; y eso precisamente es lo que voy a hacer tras una buena temporada de “abandonar” a mi blog: …Me hidraté un poco con el líquido de una de las botellas que tenía conmigo y me sequé el sudor con sólo el frotar de mis manos; también retiré restos de polvo de mis ojos. El morro de Calzada se fue haciendo más grande cada vez que el motocarro avanzaba hacia el noroeste. La naciente del río Tioyacu debía de estar en algún lugar al suroeste del monte amazónico. Así fui haciendo mis cálculos a medida que fueron sucediendo los minutos durante aquella sombría mañana en la carretera Belaúnde, en los límites del valle del Alto Mayo. Lo que, por el momento, observaba a mis alrededores era ya conocido por este narrador. Era la enésima ocasión que permanecía a bordo de un vehículo mientras cruzaba las provincias de Moyobamba y Rioja, sin embargo, apenas era la segunda vez que lo hacía sentado en el sillón de un mototaxi. La primera lo efectué en un trajín similar cuando me dirigía a ascender el morro. Pero, aparte de ese día del año 2009, (derecha o izquierda)nunca me había adentrado por un lado de la vía interdepartamental, exactamente al norte de la zona comprendida entre el pueblo de Tabalosos (a 70 kilómetros más o menos al sureste de Moyobamba) y la población de Lahuarpía (a 40 kms aproximadamente también al sudeste de la Ciudad de las Orquídeas). La zona por la cual recorría en esos instantes siempre había sido más exhuberante en flora y fauna, ya que ahí la humedad y la frescura de los días y noches facilitan condiciones de vida más “abundantes”, propicias para un mejor desarrollo de los animales plantas y un perenne nacimiento de ríos y riachuelos, tal y como viene a ser el caso del Tioyacu y otras corrientes de agua casi igual de bellas que ésta.


Luego de un cuarto de hora —o puede que algo más— de estar fotografiando y filmando desde mi sitio en el motocarro, el joven conductor me dejó en la entrada del pueblo de Calzada, que realmente es un distrito perteneciente a Moyobamba. Las faldas de la elevación de terreno yacían como a dos kilómetros en línea recta desde mi posición. El Caminante ya había dejado sus pisadas por el sendero que llevaba a la cima. Repito que la historia de esa caminata la pueden leer completa clicando aquí
Tuve mejor suerte en esperar el próximo vehículo que iría acercándome a mi destino turístico y/o ecoturístico. Éste nuevamente resultó un mototaxi. El sujeto que lo manejaba aparentaba la misma edad que el anterior, al que además perdí de vista cuando dobló una curva a la diestra del asfalto. El nuevo adolescente que venía en dirección al sitio que anhelaba arribar, ni bien estiré el brazo y alcé la voz en señal de pare, pisó freno detuviéndose a centímetros del quien escribe. “¿Qué pasa, cumpa?”, preguntó. Le expliqué a dónde quería llegar, y sólo me dijo: “¡Sube! ¡Te jalo hasta Rioja!”. Sin dar objeciones, me acomodé en el medio de transporte, el mismo que desposeía el toldo de plástico que hace las veces de techo para cubrirse del sol o de la lluvia. Vi que ese rato no era necesario, porque no brillaba el primero ni caía la segunda. Me sentía más fresco y rápidamente mi sudor se secó, en tanto que mis cabellos acabaron sacudiéndose violéntamente hacia atrás. No era para menos, pues el conductor terminó siendo más ducho que el otro, se podría decir que “tiraba su caña”. Íbamos casi tan veloces como en auto. El morro de Calzada no tardó en avistarse más pequeño. También, un par de ciclistas (uno con pasajero) fueron pasados en un instante por mi “aventador”. Y tampoco me olvidé de filmar y capturar fotos desde el asiento. Como muchos ya lo sabrán, en especial los que acostumbran a leerme, soy un encaprichado por las inmortalizacionesLas imágenes y escenas que llego a sacar con una cámara, ya sea fotográfica o filmadora, siempre deseo que perduren, que no se extravíen o queden en el olvido. Es por eso que muchas de ellas las subo a la red de redes para que estén disponibles a todo el mundo, para que cualquier cibernauta lo pueda descargar, para que cualquier individuo de cualquier parte de la Tierra vaya conociendo el planeta a través de su monitor, y después, si el bolsillo lo permite y el espíritu de aventura estimula, a través de rutas, vuelos, escalas y “escapadas de casa”. ¿Debería decir?: “Sigan mi ejemplo al pie de la letra”.


Durante mi viaje en el segundo motocarro, me agarró la osadía de inmortalizar mi rostro con el cacharro que tenía de cámara. Ante este atrevimiento, espero no causar impresiones fuertes entre los lectores y visitantes de Me Escapé de Casa. Al fin y al cabo, las féminas más exigentes en gustos varoniles son las que tienen la última palabra en esta deliberación sobre el calificativo de mis facciones, puntualmente, de mi perfil. Una insinuante pelada, algo “papeado”, barba a medio rasurar, boca pequeña, nariz medio ancha y ojos achinados. ¿Eso es normal? ¿Si…? Pero, si en el remoto caso haya alguna chica —en definitiva desesperada— le consiento que se atreva a dejar su número o e-mail a este valiente que no teme comentarios peores que escupitajos. El link de “Contacto” se encuentra en funcionamiento. El perfil de mi Facebook, desde luego, es otra opción; allí detallo mis gustos y personalidad… Creo que con lo que dije ya es suficiente publicidad y salida de la narración.


Para retomar de una vez estas líneas, pero ya en la siguiente parte de esta aventura, me daré la paciencia de recordarles que en la Parte II también tuve la audacia de colgar una foto de este blogger en pleno regodeo de un vaso con cerveza. Imágenes como esa serán el pan de cada día en este sitio.

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