Por ahora, no quiero disculparme, sólo
quiero relatar y relatar; y eso precisamente es lo que voy a hacer tras una
buena temporada de “abandonar” a mi blog: …Me hidraté un poco
con el líquido de una de las botellas que tenía conmigo y me sequé el sudor con
sólo el frotar de mis manos; también retiré restos de polvo de mis ojos.
El morro
de Calzada se fue haciendo más grande cada vez que el
motocarro avanzaba hacia el noroeste. La naciente del río Tioyacu debía
de estar en algún lugar al suroeste del monte amazónico. Así fui
haciendo mis cálculos a medida que fueron sucediendo los minutos durante
aquella sombría mañana en la carretera Belaúnde, en los límites
del valle del Alto Mayo.
Lo que, por el momento, observaba a mis alrededores era ya conocido por este
narrador. Era la enésima ocasión que permanecía a bordo de un vehículo
mientras cruzaba las provincias de Moyobamba y Rioja,
sin embargo, apenas era la segunda vez que lo hacía sentado en el sillón de un
mototaxi. La primera lo efectué en un trajín similar cuando me dirigía
a ascender
el morro. Pero, aparte de ese día del año 2009, (derecha o
izquierda)nunca me había adentrado por un lado de la vía interdepartamental,
exactamente al norte de la zona comprendida entre el pueblo de
Tabalosos (a 70 kilómetros más o menos al sureste de Moyobamba) y
la población de Lahuarpía (a
40 kms aproximadamente también al sudeste de la Ciudad de las Orquídeas).
La zona por la cual recorría en esos instantes siempre había sido más
exhuberante en flora y fauna, ya que ahí la humedad y la frescura
de los días y noches facilitan condiciones de vida más “abundantes”,
propicias para un mejor desarrollo de los animales y plantas y
un perenne nacimiento de ríos y riachuelos, tal y como viene a
ser el caso del Tioyacu y otras corrientes de agua casi igual
de bellas que ésta.
Luego
de un cuarto de hora —o puede que algo más— de estar
fotografiando y filmando desde mi sitio en el motocarro, el joven
conductor me dejó en la entrada del pueblo de Calzada, que realmente es
un distrito perteneciente a Moyobamba. Las faldas de la elevación
de terreno yacían como a dos kilómetros en línea recta desde mi posición. El Caminante ya
había dejado sus pisadas por el sendero que llevaba a la cima. Repito que la
historia de esa caminata la pueden leer completa clicando aquí…
Tuve
mejor suerte en esperar el próximo vehículo que iría acercándome a mi destino turístico y/o ecoturístico. Éste nuevamente
resultó un mototaxi. El sujeto que lo manejaba aparentaba la misma
edad que el anterior, al que además perdí de vista cuando dobló una curva a la
diestra del asfalto. El nuevo adolescente que venía en dirección al
sitio que anhelaba arribar, ni bien estiré el brazo y alcé la voz en señal de
pare, pisó freno detuviéndose a centímetros del quien escribe. “¿Qué
pasa, cumpa?”, preguntó. Le expliqué a dónde quería llegar, y sólo
me dijo: “¡Sube! ¡Te jalo hasta Rioja!”. Sin dar
objeciones, me acomodé en el medio de transporte, el mismo
que desposeía el toldo de plástico que hace las veces de techo para
cubrirse del sol o de la lluvia. Vi que ese rato no era necesario,
porque no brillaba el primero ni caía la segunda. Me sentía más
fresco y rápidamente mi sudor se secó, en tanto que mis cabellos acabaron
sacudiéndose violéntamente hacia atrás. No era para menos, pues el
conductor terminó siendo más ducho que el otro, se podría decir que “tiraba su
caña”. Íbamos casi tan veloces como en auto. El morro de Calzada no
tardó en avistarse más pequeño. También, un par de ciclistas (uno con
pasajero) fueron pasados en un instante por mi “aventador”. Y tampoco me olvidé
de filmar y capturar fotos desde el asiento. Como muchos ya lo sabrán, en
especial los que acostumbran a leerme, soy un encaprichado por las
inmortalizaciones. Las imágenes y escenas que llego a sacar con una
cámara, ya sea fotográfica o filmadora, siempre deseo que perduren, que no se
extravíen o queden en el olvido. Es por eso que muchas de ellas las
subo a la red de redes para que estén disponibles a todo el mundo, para
que cualquier cibernauta lo pueda descargar, para que cualquier individuo de
cualquier parte de la Tierra vaya conociendo el planeta a través de su monitor,
y después, si el bolsillo lo permite y el espíritu de aventura estimula, a
través de rutas, vuelos, escalas y “escapadas de casa”. ¿Debería decir?:
“Sigan mi ejemplo al pie de la letra”.
Durante mi viaje en el segundo motocarro, me
agarró la osadía de inmortalizar mi rostro con el cacharro que tenía de cámara.
Ante este atrevimiento, espero no causar impresiones fuertes entre los lectores
y visitantes de Me Escapé de Casa.
Al fin y al cabo, las féminas más exigentes en gustos varoniles son las que
tienen la última palabra en esta deliberación sobre el calificativo de mis
facciones, puntualmente, de mi perfil. Una insinuante pelada, algo “papeado”,
barba a medio rasurar, boca pequeña, nariz medio ancha y ojos achinados. ¿Eso
es normal? ¿Si…? Pero, si en el remoto caso haya alguna chica —en
definitiva desesperada— le consiento que se atreva a dejar su número o e-mail a
este valiente que no teme comentarios peores que escupitajos. El link de “Contacto” se
encuentra en funcionamiento. El perfil de
mi Facebook, desde luego, es otra opción; allí detallo mis gustos y
personalidad… Creo que con lo que dije ya es suficiente publicidad y salida de
la narración.
Para retomar de una vez estas líneas, pero ya en la
siguiente parte de esta aventura, me daré la paciencia de recordarles que en
la Parte
II también tuve la audacia de colgar una foto de este
blogger en pleno regodeo de un vaso con cerveza. Imágenes como esa serán el
pan de cada día en este sitio.
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