De pronto, el cielo se vio cubierto por más
nubes, unas grises y otras blancas humosas, pero ninguna hoscamente
negra. Atravesamos un puente de concreto de cien metros
aproximadamente. Una débil corriente de aguas marrones verdosas pasaba
por debajo. En lontananza, más allá de toda aquella vegetación observada a los
costados de la carretera, los cerros habían sido rodeados por la
densa nubosidad y cada rastro del azul firmamento estaba
escondido por completo. Pregunté al conductor, el segundo que aceptó
acercarme a mi destino, cuánta distancia restaba hasta Rioja, ciudad hasta
donde dijo me haría el jale. “Ya poco”, fue sólo lo que
contestó por sobre su hombro.
Y efectivamente, el joven no me mintió. “Esa de allá
es Rioja”, indicó luego de cinco minutos, apuntando con un recto
índice hacia el frente. Entre un medio y un tercio de kilómetro se veían
algunas casas a ambos lados de la carretera amazónica. Estuvimos
como a medio minuto en la entrada a la ciudad. A la izquierda crecía una
hilera de palmeras; no eran muchas, pero sí las sembraron por un tramo
regular. A la diestra, colocaron un letrero con fondo verde y letras
blancas, en el cual se leía el nombre de esta ciudad de la selva peruana.
Seguimos avanzando, y me fijé en otros letreros y carteles que
señalaban o rezaban una que otra cosa. El motocarrista frenó tras
unos segundos y me dejó a la derecha de la Belaúnde, en un área sin
pavimentar, con unos cuantos charcos dispersos, vestigios de la lluvia
nocturna. En derredor, restaurantes, cuartuchos de paso y
estacionamientos eran los principales establecimientos. Había
también, vehículos de carga, caminetas, camiones, volquetes, entre
otros, estacionados en diferentes lugares. Lo recuerdo bien porque lo
fotografé y filmé todo. El mototaxista desapareció por una de las
calles de ingreso al centro de Rioja. Sólo una vez, durante un paseo con
mis compañeros de escuela, entré en bus por esa avenida o jirón. ¿Cuándo
volvería a hacerlo? Mi itinerario de aquel día era el de emrumbarme a
la naciente del río Tioyacu, y por
esa dirección no llegaría a mi destino. La visita a Rioja y sus demás
alrededores se daría en otra oportunidad… Sin embargo, llegado a este punto
de mi narración, será un gran aporte de mi persona si realizo una
“pequeña” reseña de Rioja, también conocida como la “Ciudad de los
Sombreros”. De modo que, en los siguientes párrafos de este post y
parte del que se viene, me ocuparé de “hablarles” de la acogedora Rioja:
Historia
de Rioja
En la época de los Incas, la zona que
hoy comprende la provincia de Rioja, ha estado poblada por un
par de tribus: Los Uquihuas y los Chepenes.
A finales del s. XVI, arribó a Uquihua el Arzobispo
Toribio de Mogrovejo, como uno de los pioneros en catequizar la religión
Católica. A la postre, en el s. XVIII, con misión parecida, han
llegado el Obispo Baltasar Jaime Martínez de Compagñón, el
propio Intendente de Trujillo, don Juan José Martínez de
Pinillos, y el Justicia mayor, don Félix de la Rosa
Reátegui y Gaviria. El último, por mando de Martínez de Compagñón,
se encarga de fundar el pueblo de Santo
Toribio de la Nueva Rioja, en fecha 22 de septiembre de 1782.
Rioja ha tenido una
notable participación en la consolidación de la Independencia de Maynas,
puesto que, más tarde de proclamarse la independencia de la misma, el día 19
de agosto de 1821, un grupo de realistas rebeldes continuaba perturbando la
tranquilidad de varios pueblos de la Amazonía;
entre éstos Moyobamba, en
donde habían hecho un centro de operaciones. El 4 de septiembre del año
1822, las tropas patriotas, regidas por el Teniente Coronel Nicolás
Arriola, parten de Chachapoyas a Moyobamba.
Durante su paso por Rioja, libran un trío de batallas:
La Batalla de la Ventana, de Tambo del Visitador y
de Rioja. Victoriosos, los patriotas avanzan con el apoyo de un
ejército de riojanos, hacia el pueblo de La Habana, y allí se libra
la Batalla de La Habana; con la que se logra vencer
definitivamente a las huestes españolas, proclamándose así la independencia de
Maynas el 25 de Septiembre de 1822.
Se
crea la provincia de Rioja Por Ley Nº 8142 del año 1935, teniendo en aquel
momento sólo cuatro distritos: Rioja, Pósic, Yorongos,
y Yuracyacu. Años después, tras la apertura de la Carretera
Marginal, ahora Fernando Belaúnde Terry, se han formado nuevas
poblaciones, creándose de esta manera cinco distritos más, que
son: Pardo Miguel, Elías Soplín Vargas, Nueva
Cajamarca, San Fernando, y Awajún; estableciendo de
este modo su actual distribución política.
Datos
geográficos
Ubicación: La ciudad
de Rioja, se encuentra localizada en el valle del Alto Mayo,
al norte del departamento de San Martín. Las coordenadas son 77°08’30’’
de longitud oeste y 06°03’00’’ de latitud sur. /Extensión:
Provincial: 2535,04 Km2. Distrital: 185,69 Km2. /Altitud: Su
altitud es de 848 m.s.n.m., las partes montañosas se elevan sobre
los 1.000 metros. /Climatología: El clima se puede
clasificar como subtropical y semihúmedo. La temperatura
anual media es de 22.5 °C, registrando variaciones que
comprenden de 16.5 °C a 28.4 °C.
Vías
de comunicación
La ciudad de Rioja, está comunicada con
el resto del país a través de vía terrestre y aérea;
además por vía fluvial, pero sólo con la provincia: Por vía
terrestre: Por medio de la Carretera Fernando Belaúnde Terry de la
Selva. Hay decenas de servicios diarios de buses, colectivos, microbuses o camiones
a la Costa, Sierra y principales ciudades del departamento. /Por vía
aérea: Rioja dispone de un aeropuerto (antaño, uno de los
más importantes de la región San Martín) que en la actualidad, por
ciertas restricciones, no se halla permitiendo el aterrizaje normal de aviones
comerciales de carga y pasajeros. /Por vía fluvial: Dicha
vía es usada a través de los ríos Mayo,
Tónchima y Negro, por embarcaciones pequeñas (botes a
motor, balsas y canoas).
Con esto culmino lo que resultan ser los datos
e información principal de Rioja. Al inicio de la próxima entrada, antes de
continuar con el relato del viaje de ida y vuelta a Tioyacu, citaré
algo sobre la confección artesanal de sombreros.
Vía:
AltomayoPeru
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