Desde la carretera
no se podía ver mucho de Rioja.
El lado derecho era menos urbanizado que el izquierdo; y es que por este último
se extiende la ciudad en
sí y la mayoría de los pueblos aledaños…
Pero, como he indicado en el post anterior, previo a proseguir con
el hilo de los acontecimientos durante mi “escapada” a la naciente del
río Tioyacu, será pertinente que sacie la curiosidad de
varios lectores y visitantes que aman tanto la aventura como
las culturas y costumbres de
los pueblos del mundo. Estoy dando paso a dedicar unas cuantas
líneas sobre la elaboración de sombreros por los naturales de este
pedazo de la Amazonía peruana.
En verdad se trata de una entrevista que expone la realidad de este
arte de confección. Texto e imagen lo encontré por medio del Facebook, en una página creada en la
red social, que lleva el nombre de “Rioja” y,
si no me equivoco, administrada por Erick
Cuichap Bustamante. Pueden leerla en seguida (Nota: El
contenido será modificado de forma gramátical, pero no en escencia; es
decir, el mensaje consistirá en lo mismo simplemente cambiando el modo
de escribir):
Rioja dejaría de ser la capital regional del
sombrero. Eso se encuentra al borde de
suceder, debido a que las hojas del bombonaje, de cuyo proceso se
convierte en paja para que se tejan sombreros, están a punto de extinguirse. Nadie
hace nada por impulsar su cultivo y en pocos años podría desaparecer
por completo. La señora Juana Ruiz Vásquez, artesana de
Rioja, ha señalado que cada vez es más complicado seguir tejiendo
sombreros en Rioja. “Ahora, nuestra materia prima, el bombonaje, es
casi imposible de localizar. Los culpables directos son los
migrantes que vinieron ávidos de tierras y asolaron con todos los bombonajales
que encontraban en los alrededores de Rioja y lo han reemplazado por el cultivo
de arroz”, ha expresado. Aparte, de lo poco que ha quedado, a palabras
de Juana Ruiz, las pajas del bombonaje por su calidad son
adquiridas por artesanos que proceden desde Cutervo, en el departamento
de Cajamarca, con la que las circunstancias se agravan para
las artesanas de Rioja... Otro asunto que preocupa a la entrevistada, es
que los jóvenes riojanos cada vez más están perdiendo el interés por
aprender el arte de tejer sombreros. “No recuerdan que hace unos
pocos años, el tejer sombreros fue la primera actividad económica en la
provincia. Incluso, hoy en día confeccionar sombreros, ya no acaba siendo
rentable. Hacer de forma manual un sombrero como la hacen
en Rioja, se tarda entre 3 a 4 días y a nadie se
le antoja pagar el precio que realmente cuesta”, declaró Ruiz Vásquez.
La artesana riojana ha participado en la Feria de
Experiencias de Amo Amazonía, de Tarapoto.
En su puesto de la plaza de Armas de la “Ciudad de las
Palmeras”, no perdió tiempo e hizo un llamado al Proyecto Cultural
del Gobierno Regional, y al propio Gobierno Regional de Rioja con
el objetivo de promover el cultivo del bombonaje y no dejar en el
olvido esta tradición, que se origina desde muchísimos años y que se vino
trasmitiendo de generación en generación.
Y ahora sí, tras
este párrafo dedicado a la crisis que está teniendo el arte de
confeccionar sombreros, reanudaré mi relato sobre mi
enrumbada a la naciente del río Tioyacu,
como ya dije, un lugar en donde se ambientó un recreo
turístico y/o ecoturístico.
Por segunda vez tuve que caminar hasta ser
capaz de detener un tercer vehículo. Una camioneta de
la policía de rutas había pasado a metros de este aventurero, pero no hice el
menor esfuerzo por pedir la colaboración de los agentes del orden. “Sigan chambeando nomás”,
pensé mientras veía alejarse al vehículo. De manera que no paré mi
marcha. Cogía la cámara de fotos con la mano derecha y el tablero con los
papeles con la izquierda. Los zapatos, prestados por cierto a mi
padre, como eran de una talla menos de la que usualmente visto, los fui
sintiendo más incómodos. El dolor se manifestó en los costados y la
punta de los pies, no obstante, éste no significaba ningún
impedimento serio para que el quien escribe siga caminando. Siempre con la
mirada atenta y guardando cuidado de no dar un paso en falso, me
mantuve a la diestra de la carretera como algo de doscientos metros hasta que
llegué a acercarme a una estatua, levantada a determinada altura del suelo.
El pequeño monumento fue puesto sobre una especie de tarima incrustada
en la tierra rodeada de pasto; toda el área verde está circulada por unas
veredas que sirven de acera de espera para cruzar de la calle a la carretera.
Me aproximé para observar los detalles de la estatua, ya sea a través de mis
propios ojos o por la lente de la cámara. La descripción es la siguiente: Una
tejedora de sombreros cubierta del cuello a las pantorrillas por un vestido
rojo salpicado de flores amarillas, descalza, sentada sobre un banquito, hace
lo suyo con la paja creada de las hojas del bombonaje. Esta escultura
resulta ser una muestra clave del, en otrora, principal oficio de los riojanos.
No escatimé
en sacar fotos con el aparato digital que tenía conmigo. Algo
del trabajo de esos instantes pueden verlo en las imágenes que aquí subí…
Terminada aquella labor, apreté de nuevo el paso en direccción a mi
destino. De rato en rato, estiraba el brazo para solicitar un
aventón. Luego de 5 o 10 minutos, más o menos, un señor estacionó
lentamente su mototaxi al lado de su fiel servidor. “Sube”, me dijo. “Te
llevo gratis hasta la salida, por allí es donde vivo”. Se refería a que me
llevaría hasta el final de la zona urbanizada, en línea recta por la Belaúnde.
“Algo es algo”, pensé, y me subí agradeciendo su amabilidad. Medio
kilómetro sobre ruedas fue también una ayuda para que ahorrara tiempo en llegar
a Tioyacu. Si rechazaba esta clase de favores, no estaría actuando de
modo inteligente. Todo empujón debe ser bienvenido.
Vía e Imagen 1: FacebookRioja
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