El motocarrista que tocó llevarme esta vez
fue un hombre de entre 40 y 50 años edad, por lo visto el
típico padre de familia que se ganaba la vida haciendo carreritas para
el sostén de sus hijos y esposa. Eso lo deduje porque no olía a alcohol, por lo
tanto un ebrio de cantina o esquina no podría ser; y además no presentaba las
facciones toscas, secuelas de las labores extenuantes en el campo y las
consecuencias del sol y la lluvia, así que también era una persona que se
mantenía apartado de las tareas campesinas. Dialogué apenas cuatro o
tres frases con el sujeto, y tras dejarme donde prometió, me despedí
articulando un “muchas gracias”. Una nueva foto y vídeo tenía
almacenado en la tarjeta de memoria de la cámara, ambos de la espalda del
conductor y un canto de la carretera. La imagen la pueden ver en
el post anterior,
y el vídeo, que será una escena del producto final, en la última parte de
esta historia, que aún no tengo la mínima idea de cuándo terminaré de
narrar. Es imposible dejar de contarla detalle a detalle. Creo que es
de suma importancia que el lector sepa cómo te trata el Perú, cómo son
sus paisajes y su gente.
Otra vez resulté pisando el asfalto. La Belaúnde Terry seguía por un tramo en
ascenso. Empecé a caminar observando ya no muchas casas a los
lados. Por casi un octavo de hora se ausentaron los vehículos, mientras tanto
el cielo se hizo más nuboso y el viento aumentó su fuerza. Pasaron primero
como media docena de carros y posteriormente algunas
motocicletas. Una de estas últimas se paró luego de que hiciera
el autostop, o debería decir el motostop. Un
hombre que bordeaba los 40 años tenía las manos puestas en el timón.
“¿A dónde vas, joven?”, quiso saber de inmediato. “A Tioyacu”,
dije. “Yo voy acá más cerquita. A la mitad del camino desde aquí.
De allá puedes ver quién más te jale. Harta moto hay”, se brindó a
llevarme. Encantado por la actitud comedida del señor, monté la
motocicleta. Durante el viaje no tuvo pelos en la lengua y me dijo
que era un vendedor de comida a domicilio. En el interior de su mochila
cargaba los almuerzos de distintas personas, propietarias y trabajadores de
fundos localizados a media distancia entre Rioja y
el pueblo de
Segunda Jerusalén, localidad cerca la naciente del río Tioyacu, entrando
por un ramal a la izquierda de la vía interdepartamental. La esposa del
tipo se encargaba de cocinar las viandas y éste lo repartía a los clientes de
lunes a sábado. No recuerdo muy bien su nombre. Creo que dijo llamarse Reynaldo. Tomé
unas cuantas fotos y capturé algunas escenas fílmicas de mi ida en su vehículo.
A comparación de en los tres motocares, en la motocicleta avanzábamos
más rápido, con el viento rompiendo con más ímpetu sobre nuestros rostros.
Cuando hablábamos lo hacíamos bastante alto, y en el ínterin de esas
conversaciones mencionó una serie de celebraciones que se desarrollan en Rioja
durante las fechas carnavalescas. Y justamente de dichas fiestas
les escribiré de forma resumida en los siguientes dos párrafos, ya que
precisamente del 4 al 9 de Marzo del presente toca festejar la semana del
carnaval
Para esta festividad,
el pueblo entero se alista. Las instituciones y barrios
preparan sus comparsas, los vecinos sus calles, jardines y patios para recibir
a las visitas con bocadillos, comidas y tragos de la región. Se organizan
comisiones para el trabajo, se contrata grupos de música típica, se
crea equipos para el parado y adornado de las pintorescas e imponentes unshas (llamada
también yunsa, es un árbol el cual es adornado con
juguetes, botellas de licor, frutas, serpentinas, globos, banderillas, cintas,
etc.). Estas unshas se las encuentra —durante
las fiestas— diseminadas por la plaza y las calles de los distintos
barrios del pueblo riojano.
El Bando de
Carnaval viene a ser el anuncio oficial del inicio de las
festividades. Se forma por un grupo de personas que son
representantes de las autoridades del pueblo y que andan leyendo en
varias esquinas de los barrios de Rioja (Amaringo,
Cascayunga, Quinapata, Consuelo y Shahuintopata) una Ordenanza
Municipal, dando así por inaugurado el carnaval y
recomendando a la población conservar sobriedad, mesura y cuidado durante las
celebraciones. Por otro lado, el grupo va acompañado desde su salida
(comúnmente desde el cementerio de la ciudad) por una banda de talentosos
músicos que toca la pandilla riojana, además de los vecinos que
salen pandillear; empero, lo más atractivo del bando
y que levanta el jolgorio y entusiasmo de todos es el grupo de los “Diablos”.
Estos Diablos son los actores que conforman una danza tradicional
riojana, disfrazados hasta la exageración con máscaras
representando a diversos personajes, y que imitan a algunos animales del bosque
de la Amazonía,
como el otorongo (jaguar) y el mono, o domésticos,
como el caballo y perro; así como al chacarero,
el indígena o sacha infiel, el(la) shishaco(a),
a la graciosa y sensual mujer riojana, cada uno de ellos bajo
el orden de los diablos mayores o guiones que son representantes de Lucifer,
que ostentan vistosas máscaras con grandes cuernos y una nariz
sobresaliente, algunos en forma de falo. Los Diablos son el
conjunto más característico de la tradición de Rioja, y su aparición en público
genera grandes expectativas y diversión en todo el pueblo…
Después de escribir
este par de párrafos me siento un poco impotente porque este año no podré
asistir a estas festividades. Si Dios quiere, el 2012 podré
disfrutar del Carnaval Riojano. No había hecho caso de la
invitación de mi cuarto “aventador” a la naciente del río Tioyacu. Me
fue contando de esta alborotada fiesta popular mientras pasábamos frente a
molineras, el campamento, fundos, chacras, y terrenos cercados. A veces
cruzábamos por encima de serpientes aplastadas por camiones o buses. Todo el
viaje a bordo de la moto se dio sin ningún incidente digno de nombrar. Tioyacu
cada vez estaba más cerca a mí o yo estaba cada vez más cerca a éste.
Vía: CarnavalRiojano
0 huellas:
Publicar un comentario
Deja tu huella y sabré que alguien pasó por aquí...
No se publicarán comentarios fuera de la temática del blog, ni mensajes que sólo tengan como interés hacer publicidad, o que contengan agresiones o insultos de cualquier tipo.
Además, no es necesario que escribas el mismo comentario; éste será aceptado o rechazado una vez sea revisado: