16 marzo 2011

Publicado marzo 16, 2011 por con 0 comentarios

Tirando dedo hasta la naciente del río Tioyacu (Rioja, Perú)- Parte XIII



El borde más cercano al río Tioyacu estaba crecido de pastopequeñas plantas semi-acuáticas y algunos helechos de la especie Shapumba. El agua corría a unos centímetros (tal vez 20 o 30) debajo del nivel del suelo por lo que me he tenido que arrodillar e inclinar la espalda para que mis manos sintieran la temperatura. Apenas mis dedos se mojaron, tuve una sensación como si hubiese abierto la nevera para sacar algo de comerTioyacu hacía honor a su nombre: Aguas frías. Era increíble. ¿Cómo era posible? Este accidente geográfico no se localizaba en una latitud próxima a los polos ni mucho menos en la cima de una montaña con glaciares en estado de derretimiento. Se ubicaba en el centro de la selva del Perú, en la tropical Amazonía. Sin embargo, las aguas que descendían de tales cerros no parecían originarias de ese medio natural. Veía y sentía al líquido elemento en el cuenco que hice con las manos, y mientras se derramaba por las cavidades, me era difícil de creer esa extraña frialdad. Acabé tan fascinado, que olvidé quitarme los anteojos antes de empapar mi rostro y pelo. Las lunas quedaron mojadas, así como el cuello del polo que vestía.

Me incorporé de la orilla luego de asegurarme de estar bien fresco, levanté el tablero con los folios que dejé sobre una gran piedra laja, y seguí con mi exploración de los ambientes. Como dije, no tenía indicios de laxitud, pese a las actividades de las últimas horas. Por enésima vez, saqué la cámara del bolsillo y continué con la secuencia de tomas, tanto fotográficas como fílmicas. Momentos atrás me topé con otro letrero que indicaba el lugar y unas bolsas de basuras apoyadas en la base de éste. También encontré al Toyota negro estacionado. No había rastro de sus tripulantes. Era bastante probable que todos ya hubieran ingresado al recreo turístico. Toda la diversión aguardaba al otro lado del puente que tenía a la izquierda, y al cual se llegaba por un corto camino de 15 o 20 metros en las orillas del río. Era imparable con la cámara. No había quien detuviera mi labor —se podría decir— periodística. Una voz dentro de mí decía que capturara más y más fotos o vídeosMe Escapé de Casa” sería el medio para informar (y espero entretener) a los cibernautas sobre temas principalmente de turismo y aventura en cualquier lugar del planeta. Como varios sabrán, el estilo o forma usados en este blog es muy diferente a lo que la mayoría opta o posee.
Tioyacu se merece, por lo menos, una veintena de posts con fotografías en alta resolución incluidas. Que yo sepa, hasta ahora, en ningún sitio web encontrarás tal cantidad de párrafos dedicados e imágenes descargables sobre este paraíso en la región San Martín, muchas de estas últimas buenas para ponerlas de wallpapers, tal y como hice. Ojo que quien sea puede hacer uso de mis tomas, ya sea para publicarlas en Internet o imprimirlas en papel, pero por nada afirmar que son suyas o de su propiedad, pues por eso coloqué las escrituras que señalan la dirección del blog y el nombre (alias) del fotógrafo… Con las cosas en claro, no les fastidio más con esto de los derechos de autor, y les dejo para que sigan leyendo el relato de mi visita al Recreo Turístico Naciente del Río Tioyacu:

El momento menos esperado del día estaba apunto de llegar. Para los que no han estado pasando revista a las primeras partes de esta historia, tal vez les venga raro saber esto. Se supone que debería hallarme completamente tranquilo porque al fin conocería rincón a rincón los ambientes del centro recreacional. Pero, aunque sea complicado de creer, todo eso estaba muy lejos de la realidad. Por desgracia, nada aún era seguro, no obstante, a duras penas, traté de conservar la fe. Fe en mí mismo. Confianza en mi capacidad de convencimiento o habilidad en dar lástimaHaría mi mejor esfuerzo cueste lo que me cueste, todo menos dinero. Cruzar el puente construido sobre el Tioyacu no era tan sencillo durante esos instantes para el quien escribe. ¿Cómo cumpliría mi cometido de atravesar aquella frontera que me transportaría a un mundo nuevo? Ansiaba apreciar de cerca el cauce del río y la naturaleza de sus alrededores. ¿Cómo rompería la valla del desembolso o aportación? ¿Cómo podría no gastar los pocos soles del bolsillo? ¿Cómo…? La cómoda vuelta a casa dependería del desenlace de los sucesos de a continuación.
Las citas bíblicas rotuladas en los carteles no eran de mucha ayuda, salvo que encontrara efectivo bajo de éstas. Y con la esperanza de acertar con alguna moneda en el suelo, recordando lo hecho en Moyobambaanduve con la cabeza gacha los escasos metros hasta el puesto de cobranza, montado al inicio del puente. Hasta tuve el valor de hurgar un poco en el interior de un tacho de basura amarrado con alambres en el tronco de un árbol. No di con nada que me sacara del apuro. Había dos personas en la entrada del puente. Ambas eran mujeres, una dentro de la garita y la otra fuera. Conversaban tan amenamente, puede que chismorreando, que no me pillaron con el brazo dentro del cilindro con desechos. Eso no era parte del plan. Prefería recibir compasión sin necesidad de dar actitudes de mendigo... Me limpié en el pantalón tras la removida de basura. Quise realizar una última toma antes de hacer mi actuación frente a la cobradora. Me dispuse a captar un cuadro fotográfico del letrerillo de los precios (Niños: S/. 0.50 y Adultos S/. 2.00) y de paso tener un vídeo del mismo, así que dirigí de inmediato la lente hacia el objetivo. No conseguí lanzar el flash, ya que en la pantalla de la cámara parpadeaban dos palabras en inglés: Full Memory. La tarjeta de memoria se llenó. No había espacio para almacenar más fotos. Felizmente todo estuvo predicho. Mis constantes escapadas al campo me enseñaron que se debe estar prevenido ante cualquier eventualidad. Por eso llevé una tarjeta de memoria extra.

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