13 marzo 2011

Publicado marzo 13, 2011 por con 0 comentarios

Tirando dedo hasta la naciente del río Tioyacu (Rioja, Perú)- Parte XII


Agradeciendo a la niña por la fotografiada con la cámara que llevé, emprendí, más entusiasmado y sosegado por el aroma de la naturalezami caminata a través del sendero que se dirigía a la naciente del río Tioyacu. Por la carretera, mi “pulgar mágico” había detenido a cinco vehículos para solicitar un aventón (o acercamiento) al destino turístico que ese día elegí… de improviso. Por el camino que recorría a esas horas no pasaba ninguna movilidad motorizada. Un auto repleto de gente se me había adelantado cuando estuve evadiendo a los vendedores de refrigerios. Hubiese sido genial, y aunque suene muy improbable, que un campesino pasase montado en su caballo y se ofreciera a llevarme. Si bien el tiempo hasta mi objetivo ecoturístico lo salvaría en pocos minutos a pieambicionaba tanto poder cabalgar a lomo de caballo o mula, siquiera por unos cuantos segundos. En la vida, que yo sea capaz de recordar, lo habría hecho. Pese a ser oriundo de la selva peruana, hasta ahora no he tenido la oportunidad de hacer las veces de jinete.
Me contenté con seguir caminando. Filmé y fotografié mientras lo hacía. Un chiquillo, vestido con el uniforme de la escuela, cruzó en dirección contraria. Al parecer se iba a clases en el turno de la tarde. Sólo nos saludamos, no le hice preguntas. El sendero se presentó libre de malezas. Toda la vegetación abundaba a los lados, en su mayoría enredaderas y plantones; los árboles y arbustos crecían a unos metros más allá. Los cantos rodados fueron los principales obstáculos durante un primer tramo. Para alguien que andaría sin zapatos por dicha parte, si no está acostumbrado a los vaivenes de las labores en el campo, sería una gran tortura pisar el desigual terreno. La tierra persistía de húmeda, habiendo incluso charcos en ciertas depresiones, y mientras que avanzaba, había menos piedrasEl camino se fue mostrando más nivelado en cuanto a su superficie, así que los guijarros y barrizales se iban quedando atrás. También a mis espaldas dejé una especie de pórtico, el mismo que ven en la foto de arriba. Todo indica que bajo la sombra de su techo, fabricado con hojas secas de cocoteros, había una tranca o portón. Y, de acuerdo con el vistoso letrero asentado a la izquierda de éste, restaba medio kilómetro para llegar a la naciente del río Tioyacu.
No me tropecé con ningún foráneo o habitante de la zona. Sólo vi al niño de hace un rato. Para mi alegría, unos tímidos rayos solares penetraron, contra todo pronóstico, por los intersticios de las nubes e iluminaron algo más el mediodía. La frescura del ambiente seguía vigente. Quizá subió uno o dos grados centígrados cuando me hallé como a cien metros de mi destino. El camino, ya no húmedo ni escabroso, tenía una coloración semi-arcillosa y se apreciaba más espacio abierto a los costados, donde los pastizales se extendían, y a lo lejos la vegetación era más salvaje, árboles y arbustos por doquier. Hasta creo que pude ver una vaca paciendo debajo unos ceticos. A la derecha, el campo se mantenía al ras, pero en cambio, a la izquierda, el terreno ascendía y se prolongaba hasta los cerros. Solamente dos curvas más, y arribaría al Recreo Turístico Naciente del Río Tioyacu. Un tambo con techo de calamina y paredes de madera fue creciendo ante mi vista a medida que sumaba los pasos. Ya no sólo los cerros estaban a un lado de mí, sino también al frente. Poco antes de vislumbrar las aguas del río Tioyacuel sendero se sombreó por arbustos y la tierra se opacó de nuevo, notándose algunas piedras, unas sueltas y otras enterradas, pero no tantas como al inicio. En menos de lo que canta un gallo, las márgenes de la corriente estuvieron a un tiro de piedraEl volumen del agua se escuchaba más fuerte. Y de pronto, como si nada, me encontré observando el ríoControlé mis ganas de aproximarme. Saqué la cámara y ametrallé de flashes la naturaleza. Los vídeos han continuado indispensables como durante toda la caminata desde los puestos de comida. Un letrero había llamado otra vez la atención de este cronista. Y cualquier cosa que pase por eso, es fotografiada. En este cartel se leía la bienvenida al centro, calificándolo de “Belleza Natural del Alto Mayo”, con una cita bíblica debajo: “En el principio Dios creó los Cielos y la Tierra.
A mis oídos llegó el sonido de voces y gritos, y casi en seguida, contemplé a los responsables. Eran grupos desperdigados de personas haciendo actividades diversas: jugando vóley o fulbito, nadando o buceando en el río, bañándose en la piscina, almorzando, etc. Todo me ocupé de registrarlo en foto y vídeo. De repente, mi mirada se clavó en algo que sólo había visto por imágenes en páginas web de turismo de la región San Martín del Perú: un puente de una estructura muy particular. A partir de ese entonces, usé la cámara de forma más frecuente.
El Recreo Turístico Naciente del Río Tioyacu es un lugar que se debería considerar “Maravilla Natural de la Provincia de Rioja”. Las descripciones pormenorizadas de cada uno de sus ambientes van a ser publicadas en las siguientes partes de esta narración. El puente que nombré será uno de ellos. Por ahora, para dar por terminado este post, quiero contarles cuáles fueron mis primeras impresiones al evaluar de cerca las aguas del TioyacuJamás vi aguas tan claras como las de este río. Ni en sueños ni en pensamientos. Exenta de suciedad o desperdicios. Ocurría muy distinto con lo advertido en el pasto. Me sorprendió el cuidado exclusivo que los visitantes le daban al Tioyacu. Sabían conservarlo hermoso, que hasta se ha convertido en el sitio ideal para inspirar a cualquier poeta, para tocar la guitarra o la flauta al son de las aguas, para enamorarse en alguna orilla, en fin, para despertar la paz y la tranquilidad de cualquier mortal. En ese momento supe que realmente valió la pena hacer este recorrido. Agradecí a Dios mi fuerza de voluntad.

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