Escribo este post como antesala
a los siguientes que publicaré o a la próxima serie de entradas que
formarán parte de la narración sobre una caminata.
Los que quizá me lean frecuentemente, recordarán que de la segunda
(2) hasta la veintiunava
(21) entrada de Me
Escapé de Casa me ocupé de contar los sucesos de una
caminata realizada hacia una caída de agua localizada
en la cordillera
Escalera, selva amazónica del departamento
de San Martín, Perú.
Aquellos posts se titulaban Caminata a la
Primera Cascada del Río Shilcayo,
veinte (20) de éstos conformaban la narración en sí y el otro era el resumen
de la misma con un vídeo al
final. Pero ahora hay un “pequeño” detalle que me urge dejar en
claro y que antes, por mucho tiempo, lo ignoraba. Estoy relatándome,
estimados visitantes y lectores, al nombre real o propio de la cascada,
al nombre con el que en verdad la bautizaron. Eso me enteré luego de más de dos
años y medio de conocerla en persona, a través de Juver Tuanama S., un
guardaparques y guía de la cordillera Escalera. La primera cascada
del río Shilcayo es
correctamente llamada cascada Vestido de la Novia. La pueden ver en
la cuarta fotografía,
tomada durante la caminata
de aquel 13 de Septiembre del 2008.
Aparte
de la “primera cascada del río Shilcayo” sabía que había otras; no
precisamente cuántas, pero sí que se ubicaban más lejos, adentrándose más en la
floresta. Recién, el 29 de Abril del 2011, el señor Tuanama me
explicó que existían seis caídas más: Tamushal, Julián Pampa, Vinoyacu
y las Tres Marías (un trío de cascadas contiguas). A continuación la
historia de cómo me llegué a informar de todo esto:
(Notas:
1.- Las fotos que
aprecian entre líneas no han sido capturadas ese día, pues no porté
cámara. 2.- Me he guiado de mis notas con aires de diario).
Era viernes,
poco más o menos de las 2:00 p.m., con apenas 13 nuevos soles en el
bolsillo, salí de casa sin rumbo aparente. Tras dar unas vueltas por calles de
la parte alta de la ciudad (Tarapoto), me
dirigí caminando a la bocatoma del río Shilcayo, no sin antes abastecerme
con cuatro latas de cerveza en una bodega del barrio
Suchiche. Mi físico descendía en picado y la necesidad de
recorrer un buen trecho se hizo ineludible. La bebida, una de
mis preferidas (aunque no de marca), era para tratar de adormecer los
músculos y caminar sin sentir mucho la fatiga, cosa que dudé lo lograría,
ya que, en esa tarde, la temperatura máxima registrada fue de 32 grados
Celsius (bajo sombra). Bajo el despejado cielo la sensación
térmica era de tal vez 40 o 42 grados. “¡Cambio climático endemoniado!”,
mascullé.
El
sol no calentaba. Quemaba. Durante el trayecto de ida saqué dos latas de
la discreta bolsa negra que me entregaron al comprarlas. Las bebí a
grandes sorbos. Antes de aproximarme al ingreso de la bocatoma del
Shilcayo, camuflé cuanto más pude tanto a las latas vacías como a las
llenas. Me di con la sorpresa de que había una garita construida a la
izquierda del sendero. Un guardaparques, Juver Tuanama, estaba de
servicio en el nuevo puesto de control. Temía que si viera las cervezas, me
impediría el paso. Conversé con él unos minutos, siempre desviando
su atención de la bolsa negra. Al final, no me gustó el hecho de pagar
2 nuevos soles por penetrar al Área
de Conservación Regional Cordillera Escalera, dado que nada más estaría
en los límites, bañándome en la poza al lado de la bocatoma. Desde el 20
de Enero de ese año por dicha zona se encontraba operativo un
grupo de gente con el objetivo de velar por la naturaleza,
principalmente cuidándola del mismo hombre. Así, con un recibo y un
folleto (díptico) en el bolsillo, me apresuré en llegar al río. Y
cuando me dispuse a refrescar el cuerpo buceando en el Shilcayo,
una pareja de campesinos pasó cerca de mí, bajando las gradas de la bocatoma.
Los saludé y al punto me zambullí al agua. Mi billetera con los papeles dentro,
teléfono móvil, llaves y la bolsa con las latas, fueron previamente acomodadas
entre unas rocas secas de la orilla, oculto a la vista de cualquiera. Sobre la
conversación con el guardaparques y el contenido del díptico les contaré más
adelante.
Mientras
me bañaba en el Shilcayo, un guía regresaba con dos turistas
(mujeres). Una de ellas, me dijo ser natural de Australia y que las cascadas (las
dos primeras) les pareció “fantástico”. Al retirarme del agua, tomé la
tercera cerveza. Todas mis pertenencias, por alguna extraña
razón, estaban empapadas. En ese momento no me acordé de
los papeles guardados en el interior de mi billetera, la misma que la volví
a meter en el bolsillo trasero derecho. Un descuido inexcusable. Quise
evidencia e información impresa, obviamente. Pero mi lapsus de
distracción, mi maldito lapsus de distracción, provocó que casi
perdiera el recibo de ingreso. Lamentablemente, el folleto, que a
su vez “envolvía” al ticket, acabó en peor estado. Recién
cuando me hallaba a pocos metros de la garita recobré la memoria.
En
la casilla, dialogué de nuevo con el señor Juver. Le pedí
un segundo impreso y que otra vez escribiera sus datos por detrás. Lo hizo
sin chistar, pero se negó a darme otro recibo y lo comprendí,
el de mi poder estaba chorreado de agua y no dejé de conservarlo. Retorné
a Tarapoto, llevando el pequeño papel en la palma de la mano para que se
secara con los ardientes rayos del sol atravesados por las ramas de los
árboles. Eran ya más de las 4:00 p.m. Ocurrieron sólo cinco o
diez minutos y otro incidente se me vino encima: La última chela que
bebía se me deslizó de los dedos y terminó mojando más al recibo y un poco al
díptico. Definitivamente no fue mi día. Pese a todo, ni por un segundo di
señales de rendirme. Todavía tenía esperanzas de salvar las
"evidencias”.
A
medio camino encontré a un par de jóvenes de raza oriental, que no
estoy seguro si eran chinos, japoneses o coreanos. Creo que fueron
chinos. Uno de ellos fotografiaba a un insecto con una cámara
profesional. El que lo acompañaba dijo que intercambiaban las fotos. Tras
una brevísima plática, retomé mi vuelta a casa. Eché las latas vacías en el
tacho de una construcción del barrio Suchiche. En torno a
las 5:15 p.m. estuve otra vez en mi habitación, a la que ni bien entré, me
acosté en el piso. Felizmente aquella tarde no acabó en contrariedad. El
recibo y el folleto habían secado. Las arrugas eran lo de menos. Sólo
repinté las letras y números del ticket para que se notara lo
manuscrito por el guardián del bosque.
Ahora,
me ocuparé de contarles lo reunido de la conversación (puede
decirse hasta entrevista) con el guardaparques y explicarles
el contenido del díptico: La Asociación
de Protección Flora y Fauna, en convenio con el Gobierno Regional de San Martín y
el Proyecto
Especial Huallaga Central, se encargan de proteger el Área de
Conservación Regional Cordillera Escalera. EMAPA San Martín también
participa. La afluencia de turistas a las cascadas no es poca;
franceses, alemanes, holandeses han visitado estas caídas de agua, y mis
compatriotas (peruanos) no se quedan atrás.
Primera
página: Carátula
con imagen de una cascada y las instituciones
involucradas. Segunda página: Introducción y fotos de tres
cascadas. Tercera página: Más fotos de cascadas y
de la naturaleza, servicios brindados (circuitos ecoturísticos de
uno y dos días). Cuarta página: Mapa de la zona (cualquier
duda preguntar), contacto al teléfono 53-2063 y al correo
electrónico asociacionpff@hotmail.com, preguntar por el señor
Feliciano o Néstor, especialmente por el primero; el
guardaparques Tuanama también me ofreció sus servicios
de guía turístico, dejó su número de celular (978-773232),
cobra S/. 30.00 por persona en un grupo de cinco (más barato
que los anteriores), y sus tours incluyen todas las cascadas indicadas
en el mapa. / Véase el documento PDF:
Más
puntos que deben saber antes de leer los siguientes posts: No recuerdo la fecha
exacta de aquella caminata, sólo sé que fue en un día durante los
primeros meses del año 2010 (las disculpas del caso por olvidarme de
registrar). Sucederá regular tiempo hasta que publique la historia, a pesar que
cuando en una
entrada de la Mochila del Caminante, mi
otro blog, pensé que lo haría “muy pronto”. Las personas, fuera de
mí, que participaron en la caminata, eran: Juanito, Cayo, Gina, Dante, Abel, Maju, Paquita y Meyer.
Los motivos por los cuales no escribiré más partes, tal y como lo hice en
la Caminata
a la Primera Cascada del Río Shilcayo, son: Cuento con pocas
fotos de la naturaleza, más hay de personas en medio de ella. No
llevé cámara fotográfica confiando que el resto lo haría, y así pasó,
pero las imágenes las
obtuve de un solo integrante del grupo (la mayoría de sus amigos más
cercanos). Desistí de subir fotos o imágenes de otros sitios web,
no deseo volver a lo hecho en el pasado. Percibo algo redundante narrar
el trayecto a la primera cascada, Vestido de la Novia, si ya
describí lo observado en el sendero y a los lados de éste en casi veinte
entradas. Además, no dispongo de fragmentos fílmicos que
valgan la pena, que podrían enriquecer el relato. A Dante, el
camarógrafo, parece como si le hubiese tragado la tierra; contactar con
él me fue imposible.
Y
para cerrar con broche de oro este artículo, les habilito un botón para
que lo cliqueen y descarguen nueve (9) fotografías de caídas de agua. Son
de la mayoría que conozco, solamente faltaría la Cascada de La Unión.
Estas son: Catarata de
Ahuashiyacu, primera,
segunda y tercera cascada de Lahuarpía, cascada de la
biodiversidad de la UNSM, cascada
de Chapawanki, Catarata
de Huacamaillo, y las cascadas del Shilcayo, el Vestido
de la Novia y Tamushal:
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