El miércoles
28 de Julio del 2010, minutos luego de almorzar, sólo con una botella llena
de agua, un polo de repuesto y una cámara fotográfica en la mochila, partí
de mi domicilio en Tarapoto hacia
el Suroeste. Ya han sucedido casi dos años desde que decidí realizar
aquella caminata en
solitario (como de costumbre), y al fin tengo la oportunidad de
contarla. Era el Día de la Independencia del Perú, mi
patria, y normalmente durante esas fechas el gobierno declara “feriado largo”. Para
la mañana y la tarde no tenía programado ninguna actividad o encuentro social,
así que, sin meditarlo más, me puse en marcha bajo el ardiente sol de
la 1 p.m. Había elegido a la laguna Ricuricocha como destino
de ecoturismo.
Desconocía aún su ubicación exacta, pero, con las referencias que pude recoger
de la web, emprendí mi andar, muy seguro de que llegaría al depósito de agua…
Recuerdo que estaba entusiasmado por arribar a Ricuricocha; desde
que había visto un vídeo en YouTube sobre la laguna (cuyo link lo
habilitaré al finalizar este post) supe que no estaría sereno hasta
constatar el bello panorama que aprecié en las escenas fílmicas del
reportaje de Reacciona
TV, conducido por Lenin Quevedo.
Mi caminata se
dio inicio a pasos suaves. Cuando llegué a espaldas de la terminal
aérea de la ciudad,
el aeropuerto Guillermo del Castillo Paredes, aceleré un poco. Con la nuca
abrasada por el sol, recorrí más de kilómetro y medio, por una recta
vía sin cementar de 7 m. de ancho. Al lado derecho, observé cada vez menos
viviendas, mientras que al izquierdo, la pista de despegue y/o aterrizaje de
aeronaves se extendía de Norte a Sur, a algo más de 50 m. de un cercado alzado
a unos palmos del camino. Las piernas me dolían levemente, secuela
de las horas en el gimnasio, que después de buen tiempo asistí. Tras
doblar una curva, la ruta se hizo angosta y tortuosa, y más y más acabé
alejándome del aeropuerto, hasta que lo perdí de vista, ya sea por la
distancia o por la frondosidad de los árboles que, al poco rato, sin advertirlo
de inmediato me fueron protegiendo de los rayos ultravioleta. Hasta
llegar a las márgenes del río Cumbaza
vi a dos o tres ramales a la diestra del sendero principal. Me quité las
zapatillas y vadeé la mansa corriente de agua.
A la orilla opuesta, el pueblo de
Santa Rosa de Cumbaza, un pequeño caserío de
apenas doce cuadras, me confirmó que tomaba el rumbo correcto. Hasta este
punto, aproximadamente, ya anduve 5 km. De nuevo estuve en
el camino a Ricuricocha por una salida al Oeste de la población.
A partir de allí, la laguna se encuentra a 3 km y tantos. El
trayecto cuenta con varias curvas, y jamás debes de desviarte a cualquier otro
sendero que aparezca. Para ingresar a Ricuricocha se tiene que traspasar
una tranca y seguir por un terreno rugoso hasta alcanzar sus bordes (6° 32'
7.57" S 76° 24' 5.05" W). De mi hogar a las coordenadas en
paréntesis hay una distancia recorrida de 8.5 a 9 km… A cada una de
las imágenes de
esta entrada, sin excepción, es posible verlas en alta
resolución, clicando sobre ellas. Mi visita a la laguna
Ricuricocha solamente constará de una parte, pues dispongo de escaso
número de fotografías y
de información pobre que poco o nada me ayudan en la narración.
Fue
necesaria una caminata de casi dos horas para que su fiel
servidor se diera un respiro en las orillas de Ricuricocha. Sin
embargo, ni bien mi mirada se clavó en la superficie de la laguna, me
quedé estupefacto. “¡Qué mierd… es esto!”, exclamé. “¡Esto no
puede ser Ricuricocha!”. Por desgracia, sí lo era. No tardé en
despejar mis dudas. El estanque natural de
agua ya no era el mismo que vi en Internet. Una colonia de plantas flotantes
cubría el cien por ciento de la laguna. Según he podido investigar, dichas
plantas acuáticas son la famosa “mala hierba” denominada guama, un lirio de
agua científicamente llamado Pistia stratiotes. Es además
conocida como “lechuga de agua”, perteneciente a la familia Araceae,
al orden Alismatales, y a la clase Liliopsida. Su
hábito de crecimiento la convierte en una mala hierba en las cochas,
lagunas y pantanos, presentando el potencial de diezmar su biodiversidad. En
una superficie acuática despejada se da el intercambio de aire al agua, pero
cuando la Pistia stratiotes la invade, forma una masa compacta
que corta el paso del oxígeno del aire al agua; esta falta de oxigenación
liquida a los peces y obstaculiza el desarrollo de otras plantas, que no son
plagas.
Desencantado, fotografié
y filmé el aciago paisaje. Me sentí estafado. Burlado por la naturaleza.
Y como si hasta el cielo protestara contra el penoso espectáculo que
tenía debajo, éste se cubrió de nubes, ocultando al sol por completo.
Incluso, las orillas de la laguna estaban lejos de ser cual me
las imaginé. Con los pies descalzos, la desigual y áspera tierra de los
cantos lastimaba mis plantas; también las conchas y caparazones hendidos, a
veces, me daban una punzante sorpresa. La suave y tersa arena resultó
un sueño truncado, y la idea de zambullirme como bala de cañón en
las aguas se borró de sopetón de mi mente. Me quité el polo y entré
al agua caminando lentamente. Aferré de las hojas a una maldita
planta acuática y jalé con fuerza. Regresé a la orilla. Fuera de la laguna, pude
ver a detalle las raíces del lirio, que terminé fotografiándolo. Lo tiré
por allí y me metí otra vez a mojar las piernas. Volví a usar la cámara,
ahora no sólo para sacar más tomas de Ricuricocha y sus
perennes lechugas de agua, sino también para disparar el flash a
mi rostro de perfil. Arriba de este párrafo pueden ver una de tales fotos,
al pie de la misma, no me atreví a provocarles más terror inmediato, por lo que
puse un botón que hace como si la escondiera; si tienes nervios de acero, creo
que el susto no será grande.
Cuando
estuve otra vez en tierra, me sequé y mudé de polo. Descansé sentado sobre
una piedra y observé apesadumbrado a la laguna. Ricuricocha no
únicamente estaba muriendo por el ataque de las condenadas guamas, una terrible
sequía también amenazaba con desaparecerla nuevamente. Leyeron bien; dije
“nuevamente”: Hace unos años se secó en su totalidad y es poco tiempo
que se llenó por segunda vez. Una precipitación pluvial hizo todo el
trabajo. Se le calcula un promedio de 90 hectáreas, siendo de este
modo una pequeña parte lo que visualizan en las imágenes… Últimamente, leí
noticias sobre que las autoridades unirán esfuerzos para salvar y proteger
el medio
ambiente de la laguna Ricuricocha y sus alrededores, pero se
espera que no se queden en sólo promesas y proyectos sin ejecutar. Ojalá
la vida salvaje vuelva a proliferar: Los peces (como las tilapias y las
gamitanas) y las aves (como las grullas, los patos y las águilas). Sería muy
agradable practicar la pesca a bordo de una balsa o desde la
orilla a la sombra de algún arbusto.
Triste, le
dije “adiós” a Ricuricocha desde el camino por el que me fui. Ser testigo
de los caprichos de la naturaleza mayormente no resulta una experiencia
grata. Media hora estimo mi estadía en las orillas de la laguna.
Pienso que ni poco ni mucho. Las nubes se corrieron con el viento de
las 4 p.m., justo en el momento de empezar mi retorno. Resolví que a la
mitad del camino detendría un motocarro, y así, como a cinco minutos de
cruzar el río Cumbaza
ya estuve sentado en un “trimóvil”…
Y
finalmente, un vídeo que he editado de la laguna. Ojo que es
el último que subo a Dailymotion:
Vídeo: YouTube_Ricuricocha
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