La
primera vez que supe qué significa el hambre fue hace poco menos de ocho años.
Sé que no era tanta como la que muchos han padecido. Cinco días sin comer y
apenas beber agua creo que ya califica como un martirio al estómago, y a eso
agregando el hecho de dormir en las bancas de un parque o, siendo algo más
osado, en el asiento de pasajeros de un motocarro estacionado al borde de una
calle, podría haberme considerado un indigente en potencia. Una vida muy dura,
si es que se le puede llamar vida. Ese primer momento en que tus tripas
empiezan a tronar con sus primeros retortijones, ese ardor en la boca del
estómago ahora vacío, ese aura de abandono que se cierne, ¡ay! no pasa mucho
hasta que el amargor en la lengua hostigan tus horas despierto, que no serán
muchas por la sensación de laxitud y modorra que doblegan tus piernas y espalda.
Ojeras, ligeros espasmos y palidez de semblante a los dos o tres días de solo
estar ingiriendo agua serán aviso de que el cuerpo comienza a marchitarse.
Intentas controlar tu mente para no pensar en comida pero de pronto se te viene
el olor del guiso que sale por la ventana de una casa en la cual gobiernan las
risas. Y realmente sabes que has perdido la razón cuando planeas robar hasta el
helado que come el niño en la plaza sin discurrir siquiera que es más digno
pedir limosna.
Eso
es sentir hambre, hambre que a nadie deseo, ni al ser más detestable de esta tierra.
Si así es el vía crucis de cinco días, duele de solo imaginarlo durante una
semana, dos o hasta un mes. No sé cuánto uno pueda resistir. No sé cuántas
lágrimas de dolor se tengan que derramar para morir deshidratados. No sé cuánto
durará el asco por las ratas o la basura. No sé hasta cuándo se olvidará de la vergüenza
de estirar la mano con la esperanza de recibir una moneda o una hogaza de pan.
Lamentablemente no todos corrieron o correrán la misma suerte que yo. Si toqué
fondo es porque mis acciones me llevaron a eso. Pero no todos tenemos a alguien
que nos dé un levantón, un puntapié hacia arriba. No todos tenemos a unos
padres con la posibilidad de ayudarnos a salir del fango. La mayoría de
pordioseros o gente que vive en extrema pobreza no tienen ángeles guardianes
que velen por ellos. “Toma, hijo. Ve. Con este dinero puedes reanudar tu vida.
Anda, camina, levántate. ¡Vuela!”, fueron sus palabras. Así lo hice. Por un
tiempo volé. Pero las alas se quebraron. Fracasé. Sin embargo, esta vez tenía (tengo)
el espíritu más fuerte y la experiencia es más vasta. Tropezar con la misma
piedra, para muchos, no es solo dos o tres veces, sino más, hasta que aprendas
la lección. Aunque, estoy seguro que ya es mi tiempo, mi tiempo de resurgir
realmente: la tercera es la vencida.
Actualmente,
el mundo entero está bajo un único régimen dictador. No se trata de ningún
presidente o monarca, sino de alguien a quién no podemos ver. Me estoy
refiriendo al virus que ha tambaleado nuestra economía, el que ha entrado a
nuestras casas para tomar el control de las vidas de los seres más queridos, el
que nos ha restringido el libre albedrío. Cada día este enemigo invisible quita
la vida de miles de humanos, que luego de la salud la economía es el mayor de
los problemas que aqueja.
En
el Perú como en los demás países, millones de bocas se abren en súplica de
alimento. La muerte por inanición podría superar en cifras a la muerte por
infección del COVID-19. Desesperación en los hogares. Niños llorando de
hambre. Padres de familia clamando al Gobierno por un bono de alimentos o una
pensión que los levante de esta ruina económica. Hace horas publiqué en las
redes un tema muy delicado que a muchos duele y a la vez ofende. Pero, jamás lo
hice en señal de ofensa, de sarcasmo tal vez sí, pero jamás a modo de
provocación o insulto. El objetivo de eso fue abrir los ojos de muchos de los
peruanos, de dar vuelta a la cinta y escuchar las canciones optimistas y no las
deprimentes, de dar un giro de 180 grados en nuestros hábitos, en pos de
dedicarnos ahora a actividades productivas en lugar de estar enriqueciendo a
las grandes compañías que tanto criticamos. No sirve de nada culpar a los demás
de nuestros errores. Como afirma el dicho: “En tiempo de crisis los
inteligentes buscan soluciones y los inútiles culpables”. Paren ya de ver la
paja en el ojo ajeno. Que el presidente sea o no sea un corrupto dictador es
una situación que no atañe a seguir generando odio. Lo que necesitamos ahora es
ponernos la mano al pecho, falta que nos mudemos los zapatos del “chibolo” que
hace malabares en las esquinas o del anciano recostado en el portón de la
iglesia. Todos ellos han sido olvidados, abandonados. También, necesitamos
enfundarnos en la ropa de las madres humildes sin otra educación que el de
tener marido de joven y en de los padres que trabajan sobreexplotados para
llevar al menos un pedazo de pan a la mesa. Ellos son ejemplos de personas
luchadoras, ellos se merecen todo nuestro crédito y apoyo incondicional. Si
tienes dinero que no usas, pues dáselos. Ojalá yo pudiera hacerlo. Por ahora
tengo como única arma esta laptop y estas manos para teclear mi mensaje a la
población.
Esto
es lo que expuse textualmente en las redes:
“Ahora preguntan
qué vamos a comer. Por qué no se han preguntado cuando salían de juerga todos
los fines de semana. Con sus tres mil soles de sueldo que ganaban ahora no
tiene ni para el pan. ¿Dónde está todo ese dinero? ¿Dónde? Tenías para darte la
gran vida pero jamás te aseguraste que esa gran vida se prolongue sin depender
de una remuneración. Para eso se creó el ahorro. Un sol, cincuenta centavos al
día, pero es ahorro, ahorro es ahorro. En diez o veinte años hasta el quien
menos ganaba tuviera dónde caer muerto ahora. Los que ganaban sueldo mínimo o
los que tienen que trabajar a diario para llevar el alimento a la boca, tampoco
deberían excusarse con la imposibilidad del ahorro. ¿Recuerdan cuando sacaban
préstamos para celebrar el cumpleaños de un hijo o para viajar y darse gustos
caros? Todo el quien ansíe un futuro mejor merece hacer sacrificios. Sin
sacrificios no podremos esperar nada bueno en el mañana. Después de tantos años
de estar en fiesta y malgasto de dinero, ahora soy uno más que sufre las
consecuencias. Así que no tengo porque renegar de mi estupidez, ni mucho menos
exigir dinero al gobierno. Es típico del mediocre criticar y culpar de sus
problemas a los demás. ¡Afronta! ¡Afronta peruano! ¡Afronta! ¡Quédate en casa y
por una vez en tu vida ten cerebro!”
Me
disculpe perentoriamente de los malos entendidos que pudo haber ocasionado este
post. Pero para el buen entendedor, las palabras van dirigidas a la clase media
que vive sumergida en lo banal y mundano. Los que más se quejan son los menos
satisfechos y los menos satisfechos son los que nada aportan a la sociedad. No
blandamos palabras hirientes, sino más bien mensajes de esperanza y algo de
nuestros bolsillos.
Se
me viene a la mente cuando apoyé a un candidato político en su campaña y cuando
ganó no me dio ni las gracias. Esperé el puesto edil que nunca llegó. Cuando me
preguntaban que cuándo voy a trabajar, respondía que ya me van a llamar de la
municipalidad. Pensamiento mediocre el mío fue. Estar de brazos cruzados ha
sido el peor error que pude cometer estando desempleado. ¡Salgamos a las
calles! Salgamos a buscar lo que tanto ansiamos. Pero, queridos amigos, por
ahora no, por ahora quedémonos en casa hasta que calme la tormenta. Y si tienen
hambre, lanza tu grito al aire que quizá alguien se apiade. Bondadosos no
faltan, pero bondadosos con dinero son escasos; no perdamos la fe.
Pero
espero que luego de esta crisis, tomen de una vez conciencia. Muchos de ustedes
que tenían un cargo alto y su sueldo les daba para hospedarse en los hoteles
más lujosos y para ser de anfitrión en las mejores fiestas donde uno que otro
se hacía llamar tu amigo, les pregunto ¿ahorraste algo? En ese mismo sentido,
hay otros muchos que viven endeudados con las empresas financieras para comprarse
el mejor televisor o para celebrar el cumpleaños con los DJ´s más sonados. Ya
sé que no me incumbe sus vidas pero les digo esto porque quiero lo mejor para
mi gente y así el futuro de nuestro Perú no sea fanático de la TV basura y que
recuerde que existen millones de libros para leer. No digo que tampoco vivan
sin divertirse. Tenemos derecho al esparcimiento, y si es sano y medido mucho
mejor.
Está
claro que el Gobierno tiene la obligación de subvencionar a la población y a
las empresas para mantener el orden y que el desbarajuste económico no siga hundiéndonos
más; pero la próxima vez que decidas malgastar tu dinero, antes sopesa la
situación y júzgate a ti mismo antes de decir que los gobernantes hacen lo que
les da la gana con los fondos del Estado.
Guarda
pan para mayo, hermano peruano. He vivido el hambre en carne propia. Sé cómo se
sufre, estoy con ustedes. También sé lo que es estar enfermo y pensar que te
vas a ir de este mundo. No nos rindamos. Llegó el tiempo de tomar nuevas
riendas a nuestras vidas. Salgamos de la matrix. Deja de ser fácilmente
influenciable. No es fácil. Pero imposible tampoco.
Abril
nos va a pegar duro, donde más nos duele. Será como una patada en las joyas del
inca, dolerá más que una sacada de muela del juicio o un cáncer terminal. No se
rindan, hermanos. No generemos odio. Construyamos paz en medio del cataclismo.
Mayo llegará dentro de tres semanas. Hagamos que ese mes sea el inicio del gran
cambio. ¡Adelante! ¡El ahorro es la clave!
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