03 agosto 2021

Publicado agosto 03, 2021 por con 0 comentarios

Mirador Ahuashiyacu, cerca de Tarapoto (Perú) – Running 20K con Tarapoto Run Club

 

Una semana después de correr mi primera media maratón, me lancé a darle otro fondo, con un poco menos de distancia, es decir 20K. Ese domingo, 20 de junio de 2021, se celebraba el Día del Padre. Una vez acabada nuestra práctica de running, regresaríamos cada uno a celebrarlo; en mi caso, no lo digo por tener hijos, sino, por ser hijo, y debía de pasarlo con mi viejo en familia.

La ruta acordada para correr fue desde el kilómetro 3 de la carretera a Yurimaguas hasta el mirador Ahuashiyacu o hasta la entrada a la catarata de Ahuashiyacu (ubicada un kilómetro más allá), en distrito de la Banda de Shilcayo. Cuatro fuimos los apuntados del equipo de Tarapoto Run Club para correr durante esa mañana: Miguel Marquez, Fredy Alarcón, Nelly Hermosilla y el quien escribe.

Mapas: Departamento de San Martín | Provincia de San Martín

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El domicilio de Fredy se localizaba casi al inicio de la ruta y allí nos reunimos. Miguel, Nelly y yo nos dirigimos todos juntos en la motocicleta del primero a las 7:00 a.m. Hacía un poco de frío, con amenaza de lluvia, y aún así, como todo buen amante del running, partimos a las 7:41 a.m., tomándonos con anticipación el selfie respectivo.

Fredy delante, Miguel segundo, yo tercero, y Nelly detrás de mí, a un inicio ella corría a mi costado, pero luego se puso a mis espaldas porque, de un momento a otro, pasaban toda clase de vehículos. Empezamos a ritmo normal, algo lento. Mientras seguía, fui sintiendo más el desnivel y los que coronaban la fila no tardaron en dejarme. A los dos kilómetros los perdía de vista, y a los dos y medio o tres, cuando giraron una curva, desaparecieron de mi radar. Tampoco podía ver a Nelly en la cola. Corrí (troté) solo, sumando kilómetros y desnivel.

Durante los kilómetros 4 y 5, mi velocidad se ralentizó mucho. A comparación de la subida a Lamas, ésta era menos dificultosa y pesada. Completé 9.01 km hasta el mirador Ahuashiyacu en una hora con ocho minutos a un ritmo promedio de 7:38 min/k, con un desnivel positivo de 407 mt. El registro completo, tanto de la ida como del regreso, lo pueden ver en las dos últimas imágenes de este post.

Fredy y Miguel habían llegado al mirador diez minutos antes que yo. Ahí nos esperaron. Nelly se fue demorando, así que Miguel la llamó al celular para preguntar a qué altura estaba. Cinco minutos después, apareció caminando y trotando intercaladamente. Como su lugar de residencia era en Lima, la capital, ese domingo resultó ser la primera vez que corría esa distancia en subida.

Permanecimos un rato en el mirador Ahuashiyacu para grabarnos y tomarnos unas cuantas fotos, tal y como observarán entre párrafos. En cuanto a los videos, son, sobre todo, personales, y es por tal razón que no subí ninguno. Además, el cielo opaco servía de mucho para capturar con mayor nitidez.

No había ninguna bodega o tienda en los alrededores para poder comprar alguna bebida. Teníamos sed. Nelly y yo más. De modo que nos dirigimos, corriendo, hasta la entrada de la catarata de Ahuashiyacu, que es donde normalmente vendían una variedad de cosas. Esa distancia no lo he registrado en mi app, haciendo suponer que hasta ese punto suman 10K, e ida y vuelta 20K.

Cuando llegamos, nos dimos con la sorpresa que la atención al público no estaba disponible aún. Había corrido rápido con las ganas de beber al menos medio litro de lo que sea, para nada encontrar. Éramos los únicos en el lugar. Nelly ya no quiso correr porque le dolían las piernas y no se creía capaz de darle otros 10k más. Justo pasó un motokar y la abordamos en éste. Fredy indicó al conductor que la dejase a dos esquinas de su casa, en la carretera, en el punto de partida, y el cual ahora sería de llegada.

A las 9:32 a.m., retomamos la corrida, ahora de vuelta. Desde ya, a la altura del mirador Ahuashiyacu nuevamente, seguía con mucha sed. Descendería a mi ritmo, mucho menos que el de mis compañeros.

—¡Vayan nomás! —les dije—. Allá espérenme con una bebida rehidratante. Tengo que completar la ruta.

Los muchachos le metieron más velocidad al running, dejándome muy rápido. Iban como a 4:30 min/k. En cambio, yo, durante toda la bajada mi promedio fue de 6:47 min/k, sumando unos 10.01 km durante una hora y ocho minutos. Faltaba acostumbrarme a las rutas largas, por lo que, en los descensos, tras haber corrido 10 o 12k, sentía las rodillas cansadas, y temía sufrir alguna lesión. No me arriesgué a ir más rápido por dos motivos: un estirón en las articulaciones y la fregada sed.

A los tres kilómetros y medio, recibí un regalo del cielo, una bendición que esperaba desde hace ratos. Me refiero a que comencé a ser bañado por una dócil lluvia. El agua se mezcló con mi sudor, brindándome mayor frescura y hasta por momentos frío, pese a tener el cuerpo caliente por el deporte. Fue una sensación agradable, para nada molesta. Amo correr en lluvia, principalmente en asfalto. Ello siempre ayudaba un poco a aplacar mi sed.

A veces giraba la cabeza hacia arriba mientras abría la boca para beber algunas gotas. Por tres o cuatro kilómetros estuve disfrutando de la dádiva de las nubes. Empapado en mi totalidad, no frené en ningún momento. Tengo la costumbre de guardar el móvil y la billetera dentro de una bolsa plástica en el interior de mi canguro cuando la ruta se torna lluviosa. De esa forma, evito cualquier problema tecnológico o monetario.

Los últimos dos kilómetros volví a sentirme cansado, y esta vez con mayor grado. Estaba desesperado por llegar a la meta. Tuve que ignorar los dolores y no pensar tanto en mi reseca garganta hasta conseguir mi objetivo. Cuando restaba apenas unos doscientos metros, vi a Miguel esperándome a lo lejos. Levanté un brazo y grité.

—¡Ya llegoooo! —exclamé hasta que me quedé sin aire.

—¡Vamos, Kokin! ¡Tú puedes! ¡Fuerza! —me animó mi compañero— ¡No te rindas! ¡Bota las artesanales! —continuó, refiriéndose a las cervezas artesanales que bebí la noche pasada y que conté al grupo antes de comenzar a correr esa mañana.

Y al fin. Pude parar. Miguel me dio una botella con bebida rehidratante, la misma que bebí a grandes sorbos hasta dejarla seca en sólo segundos. 20K, casi media maratón, igual, una distancia larga para este corredor novato.

Recibí felicitaciones de cada uno. Fredy en su casa junto con Nelly me habían esperado allí. Con el cuerpo molido y con la ingle un poco escaldada, me cambié de ropa no sin antes tomar toda el agua de la botella de litro que dejé dentro de mi mochila sobre el sofá de Fredy. Ese domingo, completé el segundo entrenamiento más largo de running, luego de los 21K que había llevado a cabo siete días atrás en Lamas, y en el cual también participó Miguel.

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