Cuando
se habla del clima en la naciente del río
Tioyacu, lo primero, amigo aventurero(a), que vas a escuchar decir de
alguien que conoce el recreo,
es que “llueve todos los días”. Según los habitantes
de Rioja y Nuevo
Cajamarca (las ciudades próximas al centro
turístico) y los propios pobladores del caserío de Nueva
Jerusalén (el pueblo del
que les comenté), el ecosistema comprendido durante el curso del río Tioyacu y
los cerros de
las cercanías, es uno de los que se caracterizan por ser lluvioso en
cualquier temporada del año. A pesar del calentamiento global,
este rincón del planeta no se ha visto muy afectado como en
varias áreas
naturales del mismo territorio peruano.
No obstante, la gente que ha vivido desde siempre por estos lares, puede opinar
mejor respecto a las variaciones climáticas en el transcurso de las
generaciones, incluso desde épocas ancestrales cuando los primeros indios
se fueron asentando por estas tierras de la selva sanmartinense,
escapando del brutal asedio de los conquistadores españoles. Y para corroborar
lo que suponía lo que el cambio climático había traído como consecuencias
al medio
ambiente bañado por las frías aguas del Tioyacu,
acudí a indagar en la propia gente, precisamente en aquellos individuos que
descendían o tenían algún parentesco histórico con los nativos del período
Incaico, o sea, me preparé a beber de la fuente que saciaría mi curiosidad y
ahogaría toda duda que tenía en cuanto a lo expuesto. Pues para eso, mi
papel como fotógrafo implicaría ser pospuesto, dado que sería
suplantado por el de periodista entrevistador, si bien sin ningún micrófono
a mano ni ningún camarógrafo a mis espaldas. Pregunté y pregunté como un niño
que pide atención a su padre. Hablé y hablé como un loro. Y en todos los
diálogos, el tema de conversación no era otro que lo que están
obviando. Inquirí a personas, en especial, de rasgos indígenas, porque ellas me
darían el argumento que buscaba y del que estaba casi cien por ciento
seguro: “En Tioyacu, antaño,
hacía más frío y llovía con mayor frecuencia y fuerza”. Con esto se deriva
que cada vez hace más calor hasta en los lugares más insospechados de
nuestra Tierra.
Tras
haber cumplido mi deber de entrevistador, retomé con las capturas
fotográficas y fílmicas. El chaparrón del día aún no se manifestaba.
La cámara seguía intacta, es decir, seca... Saqué unas últimas tomas de
los visitantes, todos ellos al contorno de la poza principal
del recreo.
La primera imagen que
pueden ver en esta entrada, es la de unos bañistas al lado y dentro de
una especie de piscina, que a su vez se iba llenando por medio de unos
chorros de agua que caían de la roca. También hice tomas del puente por
donde pasé al ingresar al centro, pero ahora desde otro ángulo.
Debo aclarar que la quinta foto de
este post (la que colgué al pie de este
párrafo) no es propiedad de este neófito reportero; al dueño o
responsable de la misma lo cito en el nombre, el cual lo leerán colocando el
puntero del mouse (que se convertirá en una manito con el dedo índice estirado)
sobre la imagen, así como de cualquiera de las que están subidas en los últimos
artículos de Me Escapé de Casa.
Las aguas de debajo y al costado del puente que llegan a
distinguir en la fotografía número 5, tienen un color
diferente a las del resto, las que son sacadas por El Caminante. La
clave yace en observar el reflejo de la superficie del río: en
la del usuario Pepericse de la comunidad virtual Viajeros
se nota un cielo celeste con algunas nubes, en cambio, en las de mi
persona, no dejan de aparecer tonalidades grises u opacas y en determinadas
partes verdosas. Eso sólo nos indica una cosa: aquel martes de
Noviembre, al mediodía, el tiempo, todavía, no mostraba su mejor sonrisa;
empero, sí en el día que mi desconocido colega inmortalizó al puente de entrada
al centro
turístico naciente del río
Tioyacu. Y eso, pacientes y curiosos internautas que se queman las
pestañas dando lectura a estas memorias, me recuerda la letra de una canción
que ya le he agarrado el hábito de aumentarla: “Y la lluvia caerá…
luego vendrá el sereno… y el sol brillará… ahora el día está bello”.
Lo
interesante al momento de contemplar las aguas del Tioyacu, y me
refiero al curso del río que
forma el estanque natural que ven en cada una de las imágenes de
esta parte de mi narración (a excepción de la última), es el varío
tenue de coloraciones mientras te pones a circunvalar lenta y atentamente por
los cantos. Los reflejos sobre el agua se van tornando a la vista
de uno, según el ángulo en que te encuentres. Porque, sólo en esta parte de
la corriente y algunas otras de la cabecera y de abajo, el líquido elemento
adopta el color de la naturaleza;
en esos instantes, el verde claro de los árboles de la orilla, el verde oscuro
de la vegetación de más atrás, o el plomo blancuzco del cielo. Aunque ahora
tengo que confesar que la sexta foto ha sido alterada por quien
escribe, igual o casi igual que en muchas de este blog. En ésta y en varias
otras, la luminosidad, la mejora de color, el contraste, el brillo,
la profundidad, etc., han jugado un rol más que importante para hacer
de mis fotografías una delicia ante la vista del cibernauta amante de
la aventura y
la naturaleza.
El software que más utilizo desde hace un tiempo no es
el Photoshop, como millones acostumbrarán, si no, el PhotoScape, un
programa muy liviano y sencillo de usar. Pueden ser testigos de su gran
eficiencia checando la foto 6: Te muestra,
al parecer, un día soleado… A veces me siento que hago trampa en estas
modificaciones, pero… por qué actuar de hipócrita, la verdad está dicha. En
este caso, las empresas que ofrecen paquetes turísticos sí que son un
“buen ejemplo”.
…Y
ya fuera de seguir con esto de las manipulaciones fotográficas, les
debo informar que en el Recreo
Turístico Naciente del Río Tioyacu instalaron servicios de todo tipo,
cosa que ya lo dije en pasadas veces pero que siempre es crucial repetirlo. Hay
lo que nunca tiene que faltar en un lugar recreativo: restaurante y
baños.
Imagen: 5
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