Me moría de ganas por darme un chapuzón en las aguas del río Tioyacu. Era consciente de su frialdad, pues mis manos y rostro ya la habían sentido. Yo que soy nato de clima cálido, con una temperatura media de 35 grados Celsius, estar sometido a un baño de entre 10 y 15 grados, no es para aguantar más tiempo. Sin embargo, de todas maneras, anhelaba tanto sumergirme de cuerpo entero en la esplendorosa corriente de agua que había elegido como destino turístico. ¡Qué pena que ese gusto tenía que esperar! El deber es una prioridad: Fotografiar y filmar hasta que lo creyese conveniente. Ya muchos —los que me leen— sabrán que nadie me obliga(ba) a esto. Lo hacía o hago por cuenta propia. No existe un jefe cascarrabias que suele exigir un buen reportaje o un cronograma que tengo que cumplir hasta una fecha establecida. Así es... ¿Dije que no hay nadie? Claro, pero eso no significa que no hay “nada”. Lo que me motiva a practicar el oficio que se ve reflejado en mi blog es la vocación que poseo, la de informar a modo de prolijos relatos adornado con fotografías y vídeos que, imaginariamente, trasladan al cibernauta a aquel lugar que ansía conocer. Soy ingeniero de sistema de profesión (virtualmente, puesto que ya sustenté pero aún no saco el título), estudié en la Universidad Nacional de San Martín, en Tarapoto, mi pueblo de origen; no obstante, desde la pubertad tuve inclinaciones periodísticas y amo la literatura. “ A recorrer este centro turístico tras la lente de la cámara”, fue creo lo que murmuré en ese entonces, mientras cruzaba un puente de piedra y cemento, con el aparato apuntando a las aguas. “Todo este bullicio será callado con una canción que ponga de fondo”, continué, refiriéndome al ruido de los visitantes que se paseaban por el recreo y pensando qué música sería la adecuada en ésta y las siguientes tomas. En aquel momento ignoraba que la edición para el vídeo final de “Tirando dedo hasta la naciente del río Tioyacu (Rioja, Perú)” no se daría inicio hasta pasado varios meses.
Vi que la profundidad del río era baja, de uno a dos metros y medio como máximo. En la mayoría de su curso se distinguía el fondo como si el agua que descendía jamás se hubiese enturbiado con tierra o sedimentos rocosos. Y la verdad que es de esta forma. La transparencia del Tioyacu es merecedora de aplausos. Y también, los que deben recibir felicitaciones son las personas que visitan este pequeño paraíso del Alto Mayo. ¿Por qué…? Porque han sabido mantenerlo limpio, libre de desperdicios, en especial por las márgenes. El buen número de tachos, los carteles de advertencia y las citas bíblicas han hecho un gran efecto de concienciación. Ya era hora que notara esto en algún sitio de bastante concurrencia turística del Perú. Y es que sería muy incivilizado de tu parte si ensuciaras un río tan hermoso como el Tioyacu. Las fotos de entre líneas describen por sí mismas la belleza natural de una corriente de agua como pocas en el planeta. Lo admirable aquí es la variación del color: verde claro, verde oscuro, plateado, celeste, azul verdoso, y turquesa. Es increíble que sólo a unos metros de distancia el cauce del río cambia de coloración. En las imágenes que acá subí, salvo en la antepenúltima, pueden directamente observar la diversidad de tonos que el Tioyacu adopta, y todo esto en apenas un corto trayecto de las aguas. Existen poquísimos lugares en el mundo como los que narro y muestro, un ecosistema casi único que debemos valorar y, en caso de ser peruanos, sentirnos llenos de orgullo por contar con una original naturaleza… Pero, hasta ahí lo fui viendo todo bien. Desafortunadamente desconocía de lo que pronto sería “espectador”. Ya sé que no paro de decir que Tioyacu es bello por aquí que es hermoso por allá, suponiendo así que en la totalidad del centro es color de rosa. Más equivocado no podría estar. La realidad es otra. Afianzo que nada debe ser oculto. Y como fiel seguidor de la verdad y con miras a no cubrir lo que la mayoría de informantes harían, sería ético describir lo que mis ojos ciertamente han visto… No obstante, por ahora, será mejor que los acontecimientos se cuenten de forma ordenada, para así no traerles sinsabores por adelantado, aunque la intriga se ha quedado entre ustedes. ¡Sorry por eso! Es necesario que ya prosiga y sean deleitados con el lado soberbio de la naturaleza de Tioyacu.
Para ir a la otra orilla del río por una de las partes más anchas de su curso, como ya creo referí unas líneas atrás, construyeron un puente con piedras de la zona, afirmadas con concreto. Ni bien acabas de cruzarlo, te encuentras con una piscina natural en la cual caen chorros por los agujeros de las rocas. Mucha gente se ducha aquí, niños y ancianos por lo general. Tomando un sendero de piedras por la derecha, te dirigirás en ascenso hasta la parte alta del río, a donde éste, específicamente, nace. El agua brota de la propia roca: un manantial… Antes de seguir con mi caminata, fotografié a otro versículo de la Biblia escrito sobre una superficie, no sé si de metal o de madera. De Job 38:4 (con la ortografía correjida): “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la Tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia”. Debajo, hay una placa muy similar a la que vi en la entrada del camino al recreo. La podrán leer con nitidez en alta resolución.
El río Tioyacu está dotado de un atractivo que no tiene nada que envidiar a los paisajes del Caribe de Centroamérica. Las playas, islas y cascadas tropicales de ese paraíso del mundo, al que millones de turistas van cada año, se pueden comparar con en curso de agua del Tioyacu. ¿Quién dijo que sólo en el Caribe se ven este tipo de maravillas? ¿Quién ha estado siempre seguro de que el Caribe es un lugar único en el globo? Es momento de rectificarse. Después de ver lo que les traigo, apasionados por el turismo, no habrá cabida a discusiones… Para muestra un botón (unos botones):
Continuará...
Nota: En este post las imágenes están en alta resolución, hacer clic en cada una.
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