Anduve
solo tres cuadras por la Avenida Sáenz Peña. Cambié de idea. En lugar de dar
media vuelta, giré a la derecha, ingresando a la Avenida Tarapacá. Era obvio
que, si seguía en dirección suroeste, de todas formas, llegaría a la plaza de
Armas de Pucallpa. Dos estaciones de combustible, una en cada esquina, fue lo
primero con lo que me topé. Siguiendo, por el margen derecho, vi el local del
Rotary Club “Lions International”. Continuando, había (hay) regular número de
talleres de motocicletas y motocarros, tiendas de repuestos de vehículos, y
restaurantes, chifas en su mayoría, también establecimientos de venta de caldo
de gallina, que, a esas horas, apenas brindaban atención al público.
OBELISCO EN LA PLAZA DE ARMAS DE PUCALLPA. Fecha de la toma: 08-11-2012 |
Crucé
a través de los jirones Zavala (la calle de los caldos), Salaverry (la calle de
los chifas), Progreso, Libertad y, por último, el jirón Independencia. Pero
antes de atravesar la calzada, pese a que el semáforo indicaba el paso de los
peatones, me detuve al borde de la vereda a contemplar, por primera vez, la
Plaza Céntrica de Pucallpa.
La
Plaza de Armas de Pucallpa está situada entre las intersecciones del jirón
Independencia y la avenida Tarapacá, por el Norte, y el jirón Tacna y el jirón
Sucre, por el Sur. No son ni siete años desde que ha sido remodelada. En el
momento en que llegué, hacía poco que se mejoró su estructura. Dos fuentes la
adornan, una en el centro y la otra cerca al jirón Sucre. Hay pasto sembrado en
los lados y árboles y arbustos que apenas dan sombra. Sillas, barandales,
pequeñas gradas, se distribuyen en toda el área; pero lo más llamativo y que
resalta a la vista inmediata de los visitantes, es el obelisco que se levanta
frente a la municipalidad. En realidad, no sé cuánto mide en altura, pero
calculo que será de unos treinta metros, o quizá algo más. También, entre este
monumento y el Concejo Provincial, una hilera de banderas de varios países
ondean a la brisa; esculturas en granito, arena y cemento, figuras representativas
de las costumbres de los pobladores mestizos y nativos de la región, fueron
colocadas en la parte oeste entre dos líneas de toldos.
MUNICIPALIDAD PROVINCIAL DE CORONEL PORTILLO, FRENTE A LA PLAZA DE ARMAS DE PUCALLPA. Fecha de la toma: 08-11-2012 |
Rápidamente
pude dar mi punto de vista crítico de todo este espacio urbano: Las zonas para
protegerse del sol o la lluvia eran mínimas, había más zonas vaciadas de
concreto que sitios donde sombrearse. En aquel día, a esas horas —como cité anteriormente— la temperatura se mantenía moderada,
y al andar por media plaza no acosaba el calor que obligaba a
transpirar con vehemencia. Sin embargo, esta sensación la experimentaría en los
siguientes días. Que Dios se apiade de los que tienen que cruzar la plaza de
Armas de Pucallpa al mediodía cuando el sol arrecia y no hay ninguna nube que
lo cubra. Por supuesto, más cemento, más calor, pues éste suele acumular la
calentura de los rayos solares, así como la arena del desierto. En conclusión,
la plaza de Armas de Pucallpa es un verdadero hervidero cuando el sol se ubica
en el cenit, y no porque hay una muchedumbre, sino porque la sensación térmica
sobrepasa los 50 grados Celsius. Y no estoy exagerando. Cuestión de que uno
mismo lo compruebe.
CATEDRAL DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN PLAZA DE ARMAS DE PUCALLPA. Fecha de la toma: 08-11-2012 |
Si
quería orientarme mejor, tendría que conseguir información turística de
Pucallpa, además de un mapa para no perderme mientras caminaba por las calles.
En estos casos, la solución más inmediata la obtendría en el Concejo Municipal,
o ayuntamiento, como lo llaman en otros países. Éste se encontraba en frente de
mí, a la izquierda de la Catedral de la Inmaculada Concepción, el templo católico
de mayores dimensiones de la Tierra Colorada. Tanto la Municipalidad Provincial
de Coronel Portillo como esta “Casa de Dios”, ocupaban, cada una, casi la mitad
de una manzana, pues, a espaldas, se ubicaban la Corte Superior de Justicia de
Ucayali y una gran cochera.
Mientras
ascendía por las escalinatas de la municipalidad, me percaté que, justo a un
lado del portón principal de vidrio, un jovencito ofrecía unos folletos detrás
de un módulo de recepción. Al trote, me acerqué. A parte del chofer del miniván,
él fue la primera persona con quien conversé al llegar a Pucallpa; lo cual
bastó alrededor de tres minutos para escuchar todo su discurso de guía
turística y, de paso, hacerme entrega de un mapa y un tríptico, donde me
informaba de lo necesario de la ciudad de Pucallpa y los distritos cercanos.
Con un fuerte apretón de manos y un sincero “gracias”, me despedí del muchacho.
Ya
eran más de las tres de la tarde y fui notando que había más gente en el
centro. Con el mapa en mano, marché por el jirón Tacna. En aquel tiempo aún no
habían construido el boulevard, que iniciaba en la plaza de Armas y acababa en
el malecón Grau, haciendo un total de cuatro cuadras. En el año 2012, esta
calle era para conductores y no, como desde la segunda mitad del 2013, para
peatones exclusivamente. Así que avancé hasta la siguiente esquina, hasta la
avenida San Martín, y me detuve frente a un edificio de ocho pisos, el Hotel
Casino Río, al cual ya lo había visto desde la plaza; pues, resaltaba del
resto, ya que, en Pucallpa, como en la mayoría de las ciudades de la selva
peruana, no se ven construcciones muy altas, siendo el promedio las de tres
plantas en cualquier locación de la zona urbanística.
![]() |
FRENTE AL HOTEL CASINO RÍO, PUCALLPA. Fecha de la toma: 06-11-2012 |
Luego
de concentrar la mirada en la edificación, la giré hacia la derecha. En media
avenida San Martín, una isla peatonal, con bancos de cemento y áreas verdes a
los lados, se extendía de esquina a esquina, y de igual forma en las cuadras
que seguían a la izquierda, otras islas idénticas. Más adelante tendría
conocimiento que los carriles de la avenida San Martín estaban divididos por
camellones desde la primera a la quinta cuadra, siendo esta última la que quedaba
a mi derecha.
Por
alguna extraña razón que ignoraba en ese momento, no me movía de dicho lugar.
Detrás de un puesto de venta de periódicos, entre la cuadra cuatro y cinco de
la avenida San Martín, este fiel narrador permanecía inmóvil se podría decir,
con la vista fija hacia unos locales, todos pequeños (casi del mismo tamaño) y
contiguos desde el otro extremo de la cuadra hasta en frente de mí, al otro
lado de la calle. La mitad más alejada de este grupo de comercios se dedicaba a
la venta de prendas de vestir y la más cercana a un rubro bastante particular;
pero de eso trataré después, sin embargo, les adelanto que observé a muchos
digitadores.
Respiré
hondo y removí mi mochila en busca de un bocadillo. Dos rosquillas de almidón,
pasadas con unos sorbos de refresco, fueron suficientes para compensar a mi
estómago. Tras eso, crucé la calle y continué directo, hacia el malecón Grau,
según leía en el mapa. Dos locales más, dedicados al curioso rubro, funcionaban
desde la esquina, cruce de la avenida San Martín con el jirón Tacna. Había
leído un letrero de mi interés. No pensé que se daría tan rápido. Pero sólo
restaban tres cuadras para llegar a uno de los ríos más importantes del Perú; y
eso no podía esperar. Y es que el Ucayali es uno de los grandes contribuyentes
del Amazonas, con una longitud de 1,771 kilómetros y con una superficie de 337,519
kilómetros cuadrados.
Tenía
pensado dar media vuelta luego de que mis ojos vieran por primera vez a esta
majestuosa corriente de agua. Una sensación se apoderaba a cada paso. Fui
sintiendo algo que pocas veces tuve la complacencia. Un sentimiento grandioso
se henchía en mi pecho. Y tal y como lo grita el personaje de “William Wallace”
en la película “Corazón Valiente”: ¡LIBERTAD…! Sí, libertad, eso es lo que
sentía. Como un pájaro que olvidaron cerrarle su jaula y se había escapado a
volar hacia un mejor lugar, a un lugar donde al fin pueda extender sus alas y disfrutar
la auténtica libertad, donde no hay barrotes que le impidan explorar lo que hay
allá afuera. Ahora, realmente, podía hacer lo que se me antojara. Empezar de
nuevo. Iniciar una nueva vida en una ciudad extraña con personas a quienes aún
estoy por conocer. Un formateo total de mi entorno, en el cual las decisiones
que iría tomando, forjarían mi futuro lejos de la familia y amigos que dejé
atrás. En esos instantes, mientras más me acercaba al río Ucayali, me sentía
más esperanzado que nunca. Todo me era nuevo, quizás no muy diferente como en
Tarapoto, pero todo lo que veía era ajeno, ni siquiera visto en fotos que
recordara. Pues jamás me había interesado por Pucallpa, jamás hasta que me
desperté ese día en el cuartucho de un hospedaje en Tingo María. Pero todavía
no lo tuve claro hasta las ocho y media de la mañana, hora en la que di por
sentado mi partida a la Tierra Colorada.
Avisté
al Ucayali cuadra y media antes de llegar a sus orillas, entre el jirón
Raymondi y el jirón Coronel Portillo, en tanto pasaba por una galería de nombre
“May Ushin”. Y he aquí un dato importante: Pucallpa de no llamarse como tal,
podría también denominarse “Mayushin” o “May Ushin”, que en el idioma shipibo
significa “Tierra Colorada”, así como “Puka Allpa”
en quechua se traduce a lo mismo. De ahí la derivación. A opinión propia, suena
mucho mejor Pucallpa; no le encuentro el gusto a Mayushin. Me late más como a
apellido oriental.
Era
una tarde tranquila en el centro. El río se fue haciendo cada vez más ancho
mientras cubría los pocos metros que faltaban. Media cuadra y el Ucayali se convirtió
en el río más grande que había visto en mi vida. Hasta que por fin llegué al
jirón 9 de Diciembre, la última calle antes de arribar a este afluente del
Amazonas. Del otro lado, el puerto o malecón Miguel Grau se emplazaba desde los
cruces finales del jirón Ucayali con el jirón Huáscar. Allí sí me toqué con un
conglomerado de gente, la mayoría de rasgos típicos del peruano de la selva,
del selvático oriundo, de sangre legítima. Y, entre ellos, noté que también
había nativos de la región Sierra. Como pude ser testigo, aquí, en este
malecón, la raza predominante es del “cholo peruano”, el peruano “de pura cepa”,
el que es “chamba” (trabajador), el quien es capaz de “romperse el lomo” por
llevar un pan a su mesa. Y así como abundaba el “charapa” y serrano afanoso,
también había una infesta de mendigos y facinerosos por doquier; y, por
supuesto, para completar el cuadro, los borrachos y prostitutas se hacían ver
de acá para allá.
ESTATUA DEL HÉROE EN EL MALECÓN GRAU DE PUCALLPA. Fecha de la toma: Inicios del 2014 |
A
mi derecha, sobre un pilar de concreto, la estatua del almirante de la Marina
de Guerra del Perú, Miguel María Grau Seminario, se lucía esplendorosa, hecha
de un metal bien pulido. Apuntaba hacia el río Ucayali, como si siguiera su
curso con el dedo índice. Con la mano izquierda, sujetaba su gorra de marinero.
Grau fue un héroe que defendió al Perú en la Guerra del Pacífico, durante un
combate naval en la guerra con Chile el 8 de octubre 1879. Este mártir de la
patria es homenajeado en cada rincón del territorio peruano. E incluso se han
llegado a producir algunas miniseries y reportajes en su honor. Sin duda, un
héroe que todos mis compatriotas reverenciamos, y no en vano, pues, se ha
ganado el apelativo de “Caballero de los Mares”. El río Ucayali no es un
océano, pero es una gran masa de agua en la que navegan toda clase de embarcaciones,
desde canoas que trasportan racimos de plátanos hasta lanchas de gran capacidad
para pasajeros. Éstas trazan rutas al departamento vecino, Loreto, donde finalmente
se desemboca en el río Amazonas, el más largo y caudaloso del mundo,
conteniendo más agua que el Nilo, el Yangtsé y el Misisipi juntos, y que supone
cerca de una quinta parte del agua dulce en estado líquido del planeta. Lástima
que hasta la fecha aún no he estado en el impresionante Amazonas.
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